Hace ya un tiempo, intercambiando unas palabras e impresiones con un conocido que pertenece al sector separatista catalán, llegué a plantearle la siguiente cuestión: ¿Por qué a mí, catalán y constitucionalista español, me consideráis menos catalán que vosotros? Ser español, no es ser menos catalán, y menos eso que nos llamáis: catalanes de segunda.
Creo que no hay catalanes de primera, de segunda o tercera, y tampoco españoles de primera, segunda o tercera. Esta es la xenofobia hacia todo lo español que ha ido construyendo a pasos agigantados el independentismo catalán. ¿Y cuál ha sido el principal motivo? Tapar toda su corrupción engañando al pueblo catalán prometiéndole algo inalcanzable: la república catalana. Lo fastidioso es que buena parte del pueblo de Catalunya se lo ha creído.
Personajes nefastos para la política catalana y española, como el ex presidente catalán Carles Puigdemont, tejieron hace ya unos años una falsa red que atrapó a muchos ciudadanos catalanes con ínfulas rebosantes de soberbia engañosa. Este personaje, que se ríe de toda España y de toda Europa, se caracteriza por ademanes amenazadores y dictatoriales. Puigdemont ha ido creando una secta al más puro estilo de si entras, ya no puedes salir, y resulta que mucha gente entró apoyando las estratagemas del maquiavélico líder, y ya no ha podido salir.
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