¿Por qué es tan difícil de recordar al escritor por excelencia del Romanticismo español? Tengo la sensación de que el espectro de Gustavo Adolfo Bécquer sólo son hoy miles de toneladas de tinta sobre papel. Quizás cuando llegue la noche de hoy, y después de que se interesen por esta columna, algún joven lea alguna de sus rimas o leyendas. Según he leído, Bécquer no es ya más que olvido en la ciudad que lo vio nacer, Sevilla.
El caso es que el literato sevillano, con la soledad que le provocó ser huérfano con apenas 10 años, dejó para la literatura universal un legado interminable. Su biografía, leída en todos los países donde las personas aprenden a leer, siempre se inicia con una fecha y con la ciudad de Sevilla, pero esa ciudad ya no empieza con su recuerdo, porque en la ciudad de la Giralda vale más un torero que mil poetas.
De Bécquer en Sevilla sólo queda una sucia estatua que de vez en cuando algún nostálgico se encarga de limpiar, poco más además de sus libros: ni museo, ni ediciones especiales, ni nada... Y como no se le recuerda como merece, invito a los lectores a pasear con él por su infinidad de creaciones. ¡Mírenlo a la cara desde su presente! No conviertan, por favor, su existencia en una mera leyenda.
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