Los votos y el apoyo a la formación política Junts per Catalunya son los votos del espanto, y la triste realidad es que muchos catalanes compran sus mentiras. Los catalanes ya sabemos cómo gobiernan estos de Puigdemont y compañía, pero por lo visto hay personas que les gusta ser engañados.
Los catalanes no vemos diferencias notables entre Junts y la mediocridad política: su ideario y sus acciones no derrochan ejemplaridad, ya que la soberbia que desprenden sus representantes ya harta.
Este partido no comprende que su evaluación respecto a España es irrisoria, y que su cabeza visible (Puigdemont) ejerce un liderazgo falso. Sus propuestas son inconcebibles, sus discursos irreales, su ideología carece de credibilidad y su ética es degradante. Carles Puigdemont se cree un príncipe, pero su mandato no es divino: no es el elegido por la mano de Dios para el futuro de Catalunya.
Mi región necesita gente en la que se pueda confiar, que sea respetuosa con el 100% de los catalanes, que sea consciente de la responsabilidad institucional. En definitiva, no hay lugar en Catalunya para delincuentes huidos y fugados de la justicia.
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