El 25 de Julio de hace diez años, en una fecha tan catalana como el día de Sant Jaume, Jordi Pujol, el hombre que durante más de 20 años dirigió con puño de hierro los destinos de Catalunya, con su lema del “peix al cove”, durante los largos años de su mandato pactó a una lado y otro del espectro político consiguiendo siempre, según su punto de vista, ventajas para Catalunya. Felipe González le respetaba, con Aznar y el pacto del Majéstic al que hizo presidente del Gobierno español consiguió la creación de los Mossos, la policía catalana. Catalunya era su feudo, la conocía a fondo, había recorrido todos sus caminos, veredas y senderos, y en algún momento él y su familia creyeron que Catalunya era su finca particular.
Pero aquel fatídico día de Sant Jaume de hace diez años todo se vino abajo. Un cariacontecido Jordi Pujol compareció ante la prensa para reconocer que la familia tenia unos dineros oscuros, nunca declarados, fruto de una “deixa”,un legado paterno, a nombre de sus hijos. Aquel legado existía, no se trataba de una de las oscuras maniobras de las cloacas policiales de cualquier gobierno español, eran millones contantes y sonantes albergados en un mini paraíso fiscal como Andorra.
Largos años de supuesta honradez se lanzaron por la borda con aquella declaración. Aparecieron sospechas sobre los tejemanejes económicos de los restantes miembros de la familia, aquel inicial capital depositado en Andorra creció como la espuma acrecentado por la magistral mano negociadora de algunos de los herederos de Pujol, uno de ellos coleccionista de Ferraris, de “ferralla”, chatarra, los calificó Marta Ferrusola, la “madre superiora” en algunas conversaciones con la banca andorrana, y “junior”, el hijo mayor, pasó algún tiempo en prisión provisional. Ahora Jordi Pujol, junto con algunos de sus hijos está esperando comparecer ante la Justicia, la lenta Justicia española, a finales del próximo 2025.
Aquel verano de hace diez años Jordi Pujol pasó a ser un cadáver político. Los suyos, los convergentes, fueron los primeros en enterrarle en vida y, acuciados por los chanchullos económicos en los que andaban metidos desde hacia tiempo, el conocido 3%, decidieron echar tierra sobre el asunto enterrando las siglas de Convergència para, de alguna manera salvar lo que pudieran de los posible embargos judiciales por las condenas de alguno de sus tesoreros, como en el caso del Palau de la Música. Después de algunos cambios de siglas en la derecha catalana algunos de los antiguos convergentes han acabado bajo el paraguas de JUNTS, aunque en las elecciones algunos como Puigdemont en las europeas y Trías en las municipales escondieron el nombre de la coalición presentándose bajo su patronímico bautismal y su fotogtafía.
Durante diez años la derecha catalana ha tenido escondido en el armario a Jordi Pujol, pero, quien durante 23 años dirigió, con mano dura y aquel “aixó ara no toca” cuando alguna pregunta periodística no le interesaba, hace un tiempo que comenzó a renacer de sus cenizas, poco a poco, hasta que llegó el PSC a la Generalitat y el President Illa le invitó a Palau, como al resto de ex Prsidents, excepto Puigdemont, que a pesar de la amnistiá todavía no ha podido volver a Catalunya por el empecinamiento de los jueces españoles empeñados en no cumplir las leyes que emanan del poder legislativo. Me consta que en la derecha catalana todavía arde una pequeña llama en recuerdo de aquellos pujolistas años de “el peix al cove”, del dialogo con España, de hablar con el poder establecido en Madrid con el fin de conseguir alguna cosa para Catalunya, aunque fueran las migajas de la hogaza castellana.
Y esa derecha catalana, heredera de la antigua Convergencia, que ahora hubiera cumplido 50 años, quiere volver a la política sin el corsé que desde Waterloo se les impone. Y han comenzado a sacar a pasear por Catalunya a su “Cristo Gros”, Jordi Pujol. Y el mejor lugar para hacerlo público ha sido Castellterçol, donde nació Prat de la Riba, considerado uno de los padres de la moderna patria catalana y de quien, y de sus escritos, es fiel seguidor Jordi Pujol.
El pasado 29 de noviembre, en Castellterçol, tuvo lugar un homenaje a Jordi Pujol bajo el lema “Hi ha País”, donde en el Centru, el teatro local, un público fiel aplaudió a rabiar la entrada en el local de Jordi Pujol, de la mano de quien fue su delfín y sucesor, Artur Mas, olvidando los dineros ocultos en Andorra, los trapicheos de la familia y la colección de Ferraris del hijo mayor. El paso del tiempo perdona todo.
Cada uno de los intervinientes en el acto, Artur Mas, Magda Oranich, Núria de Gispert, Xavier Trias, Felip Puig y el historiador Adrià Fortet, hicieron el panegírico del president Pujol, como era lo correcto en un acto como éste. Y la traca final fue la intervención, sin limite de tiempo, de Jordi Pujol, quien a sus más de 90 años todavía tiene la fuerza suficiente para aguantar largas peroratas contando sus vivencias. Pujol habló largo y tendido, fue una lección de historia, la historia desde el punto de vista y el interés pujoliano. Una intervención excesiva en el tiempo, no había manera de que finalizara su charla. Incluso en un momento la gente comenzó a aplaudir, desde megafonía sonó “Els segadors” la gente puesta en pie cantó el himno, pero al finalizar, Pujol dijo no haber terminado su exposición, y continuo su charla.
Para mí, lo más interesante fue cuando dijo que Catalunya no seria independiente, al menos en quince años o más, porque España es una nación muy potente, añadiendo que esto ya lo sabían también tanto Prat de la Riba como Francesc Macià. Nuestro gozo, el de muchos, en un pozo, aunque en la actualidad ya lo sabíamos, lo del 1-O, nos guste o no, fue un sueño de verano del que despertamos a golpes de porra de la policía y la guardia civil, y con los dirigentes independentistas en la cárcel o el exilio.
Las palabras de Pujol no debieron sentar nada bien en algunos cenáculos del nacionalismo catalán. Pero la verdad es que una parte de la derecha catalana, incluso de los que militan y votan Junts, añoran aquella Convergéncia que Pujol afirma que nunca debía haber desaparecido. Hoy está Convergencia está enterrada pero, como al día siguiente escribía Artur Mas en el diario ARA, hay un espacio convergente esperando que alguien lo rescate del olvido, y ese alguien no creo que llegue desde Waterloo y hablando de independencia. Hay una derecha catalana añorante de aquellos tiempos del dialogo tranquilo, sin amenazas, y consiguiendo logros, aunque a veces fueran migajas, para Cataluña.
Desde Junts, ni Puigdemont ni ningún otro dirigente, han respondido a las palabras de Pujol relativas a la independencia de Catalunya. Seguramente en su fuero interno muchos piensan lo mismo, la independencia, de momento, está lejana. Pero hay que seguir moviendo la rueda, y Puigdemont, este lunes, desde Bélgica y delante de su estado mayor hizo unas declaraciones que para unos pueden sonar a ordágo a Sánchez y para otros pueden ser un farol porque piensan que Puigdemont amenaza pero no muerde. Pedro Sánchez “no es de fiar” afirma Puigdemont y en eso estoy con él, pero no creo que se haya dado cuenta ahora de que lo de la oficialidad del catalán en la Unión Europea era un cheque a largo plazo, lo mismo que la fallada aplicación de la amnistiá, otra cuestión que a poco que se conozca como funcionan los jueces de la Brigada Aranzadi era seguro que pasaría. Ambas cosas sirvieron a JUNTS para colocarse, delante de los suyos, unas medallas de latón, que para nada han servido. El catalán sigue proscrito en el parlamento europeo, y Puigdemont tuvo que dar su conferencia desde Bélgica.
Que Sánchez y el PSOE no se tomen las palabras de Puigdemont como una falsa amenaza, la petición de que el presidente del Gobierno se preste a una cuestión de confianza puede parecer un farol, pero detrás lleva un caramelo envenenado, es un aviso que el PSOE no debe desoír. Sánchez camina sobre el alambre y abajo están esperando su caída la derecha y la extrema derecha, y desde los burladeros las derechas catalana y basca escuchan los cantos de sirena de Feijóo, todavía sin hacerlos suyos, de momento tan sólo la presencia de VOX y la no moderación de Feijóo les impiden sentar al gallego en Moncloa, pero todo puede cambiar, la política hace extraños compañeros de lecho, y, al fin y al cabo, los intereses de unos y otros son parejos: la defensa del capital, como se ha hecho presente en algunas votaciones en sede parlamentaria.
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