No dejamos de asombrarnos de sentirnos agredidos y de maravillarnos de la capacidad del señor Quim Torra de tergiversar los hechos, de confundir los conceptos, de prescindir de las leyes por las que se rige un Estado de Derecho y de anteponer un fanatismo desquiciado y neurótico al sentido común, la realidad de una nación democrática y la evidencia de que, un parte de un Estado, por muy especial que sea, por mucha industria que contenga, por mucho que sea el apego de sus gentes al idioma local y por el sentido identitario exagerado que pudieran sentir sus ciudadanos; nunca puede pretenderse que, por métodos violentos, por exigencias desafortunadas, por caminos ilegales o por intereses espurios de sus políticos; pudiera creerse legitimada para intentar romper la unidad de un Estado plenamente democrático, como es la nación española.
No nos queda otro remedio que reconocer que, en estos momentos de caos político, de alzamientos de minorías pretendiendo atribuirse derechos que sólo le corresponden a las mayorías e, incluso así, siempre de acuerdo con la Constitución y los trasmites ordinarios o extraordinarios que en ella se prevén para cualquier modificación que se pretenda hacer, siguiendo los cauces legales preceptivos. No podemos entender como nuestro ministro de Interior, nuestro presidente del gobierno en funciones y todo el resto de autoridades, pueden intentar hacernos comulgar con ruedas de molino reduciendo los graves disturbios y desobediencias que se han estado produciendo en Cataluña, durante los últimos meses, a meros “altercados públicos” que, para todos ellos, parece que no es preciso que, por parte del Gobierno de la nación española y demás instituciones públicas; se toleren, se permitan, se transija y se mire hacia el otro lado o se pretenda presentar tales desmanes como meros incidentes sin importancia cuando, señores, lo que se está poniendo en juego es nada más y nada menos que la unidad, la paz y la concordia entre todos los ciudadanos de la nación española.
El que se permita que en un Parlamento Catalán, que ya debiera de haber sido suspendido o aplicado en Cataluña el Artº 155 de la Constitución; tanto su presidente, el señor Torrent, como el presidente de la Generalitat, señor Torra, utilicen sus respectivos puestos para para defender a los insurrectos que incendian las calles o, para más INRI, pretender atribuir a los mossos, con ahínco y perdiendo las formas y la contención que siempre debieran ser inherentes a tales cargos representativos, la responsabilidad de los heridos y las cargas que se produjeron con motivo de los ataques y las agresiones, con lanzamiento de todo tipo de objetos contundentes contra aquellas unidades de orden público que, como es natural, no podían permanecer indiferentes ante una situación en la que peligraba su integridad. Hubiera sido una verdadera muestra de incompetencia el que, los mandos que dirigían aquella tropa, dejasen de ordenar cargar contra los tumultuarios, aunque ello supusiera que aquellos que infringían la ley y atacaban a las unidades policíacas, salieran trompicados en el enfrentamiento. Es admisible que, el mismo presidente de la Generalitat en persona, aquel al que le incumbe procurar que Cataluña cumpla las leyes y el mantener, a toda costa, el orden en sus ciudades; fuera el mismo que se atreviese a pedir que se investigase la actuación de sus subordinados de las fuerzas del orden, para determinar “si los mossos se habían excedido en el cumplimiento de su deber”, después de que éstos sufrieran en tales disputas, la friolera de 300 heridos, entre ellos, uno muy grave a consecuencia de una pedrada en la cabeza?
¿Qué hace el Gobierno en funciones ante tales hechos? ¡Nada, absolutamente nada! porque, señores, tenemos un ministro del Interior pusilánime o, no queremos pensar que pudiera ser así, un incompetente que es capaz de confundir un altercado público ocasional con una agresión tumultuaria, perfectamente organizada, con presencia de alborotadores y anarquistas de otras naciones y comando especializados en la lucha callejera, que tenían por objetivo inmediato crear el caos en Barcelona y atentar contra centros neurálgicos, como es el caso del intento de ocupación y bloqueo del aeropuerto de Barcelona. Pero aquí no nos enfrentamos solamente a la incompetencia de un Gobierno, ante unos hechos que evidente lo han superado. Estamos, señores, como en el caso vergonzoso de la exhumación de los restos del general Franco, ante un bien estudiado plan de propaganda electoral, perfectamente sincronizado, especialmente organizado, minuciosamente planeado y puesto en práctica para que, en el momento adecuado y a los pocos días de las legislativas que se van a celebrar en nuestra nación, surtieran los efectos previstos que, sin duda, pretendían favorecer a una organización política determinada, el PSOE que, sin duda, era al que más podrían beneficiar si, como esperaban, conseguían atribuir las culpas a quienes menos las tenían y que han sido los que, en todo momento, no han hecho otra cosa que pedirle al señor Pedro Sánchez, presidente en funciones, que aplicara la Ley, que impidiera las muestras de desacato a las leyes españolas y que restableciera el orden y la constitución en esta parte de España, Cataluña, un grupo de cuyos ciudadanos hace años que la están incumpliendo, sin que parezca que haya ninguna autoridad, y menos los gobiernos sucesivos que hemos tenido en España, que parezca que se haya tomado en serio acabar con semejante anomalía.
Y, en este contexto, asistimos a otro de los fenómenos de transformismo político que, por ser endémicos en estos personajes, ya no nos causan extrañeza aunque, en realidad, lo que más nos produce es una sensación de asco, de verdadero rechazo y repudio hacia quienes no parece que les importe nada si no es lo abultado de sus cuentas corrientes, sin que sus sentimientos sean capaces de superar los mínimos niveles de la ética, la moral o la decencia intelectual que, como ya es su costumbre habitual, han vuelto, a través del Fomento del Trabajo ya la asociación de pequeños industriales, la PIMEC; cuando se están dando cuenta de que, aquello que muchos de ellos, catalanistas de pura cepa, han estado provocando, financiando, defendiendo en privado y fomentado en su círculo privado de amistades; en cuanto se percatan que han entrado en juego otros que se toman el separatismo como algo que es de su exclusiva competencia y deciden emplear métodos más expeditivos para intentar alcanzar sus objetivos soberanistas con mayor rapidez, entonces entran en pánico, les espantan las perspectivas de una bajada radical de ingresos, se aperciben de que los pedidos disminuyen y, por encima de todo, vislumbran que los actuales sucesos de vandalismo que tienen lugar en Cataluña pueden representar que, en un futuro, una gran parte de sus negocios puedan ser afectados por las consecuencia que en su clientela de otros países pudieran tener, decidan no confiar en ellos y opten por otros destinos, empresas o socios industriales de otras regiones de España o de otros países en los que puedan confiar que situaciones, como las que se vienen dando en algunas partes de nuestra nación, no se vayan a repetir, lo que les garantiza que sus negocios no pueden verse afectados por situaciones que producen inseguridad a cualquiera que se vea afectado por ellas.
Y es que, en España, uno de los pecados capitales de parte de nuestros ciudadanos, consiste en ir acumulando “mala uva” a medida que sus proyectos de futuro se van desmoronando; su rencor sobre quienes, hace más de 80 años, sucumbieron ante la pericia de un general español o se han considerado perjudicados por no haber conseguido pasar de la mediocridad en sus respectivas ocupaciones y tienen tendencia de culpar de ello al gobierno de turno o a quienes piensan que les resulta menor perjudicial culpar y, si es posible, mejor si no está en condiciones de devolverles la pelota. Así tenemos, y hoy hemos tenido ocasión de comprobarlo en este pim, pam, pum organizado por la prensa de izquierdas (el 90% de la que tenemos en España) que, los unos por no tener ni idea de lo que pasó durante los antecedentes de la Guerra Civil y su posterior desarrollo, la mayoría; los otros por estar influidos por la educación sesgada que recibieron en las escuelas pública y las universidades y, unos terceros, por entender que, a pesar de haberse enriquecido en sus respectivos programas o artículos de opinión, siempre ha sido a base de cargar las tintas sobre la dictadura de Franco y, con la expulsión de los restos de Franco, de una manera humillante para su familia y los que valoraron lo que consiguió cuando libró al país de la lacra comunista; consideran que, el actual Gobierno, ha cometido una infamia que, con toda seguridad, en cualquier momento de su peripecia política, pudiera pasarles factura aunque, probablemente, en estos momentos estén exultantes de satisfacción.
Lo que no acabamos de entender es lo que quiso decir la ministra Carmen Calvo cuando habló de que la retirada de los restos de Franco se haría sin publicidad, en la intimidad, con pocos testigos y evitando que ni la familia ni los partidarios del extinto general pudieran agruparse para desagraviar, con su presencia, el acto de profanación de su tumba perpetrado mayoritariamente por la izquierda española que, sin embargo, no tienen nada que decir del sepulcro de Lenin o del señor Stalín en la Unión Soviética, actualmente República Democrática Rusa, - lugar de peregrinación de millones de nostálgicos del comunismo dictatorial del último; pese a que fue el responsable, con su expulsión de los rusos que hicieron fracasar el gran programa industrial ideado por “el padrecito Josiv”, de una matanza de más de 30 millones de rusos en su desplazamiento obligatorio a las inmensas llanuras de Siberia en la que fueron muriendo de hambre y de frio -. Sin embargo los organizadores de este macabro show parece que, lo que han hecho, ha sido montar un circo con el que han pretendido sacar rédito político, atribuyéndose la “gloria” de semejante acto de “valentía histórica”. Pero esas izquierdas siempre han tenido una memoria selectiva que les permite solamente recordar aquello que les resulta favorable, olvidando lo que les resulta incómodo de recordar
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la inquietante impresión de que hemos entrado en una fase de la política en la que las izquierdas pueden ir excretando la mala bilis que han ido acumulando en su hígado y, mayoritariamente, en la neuronas de sus cerebros de tarados, precisamente para, cuando ha llegado el momento en el que la Justicia se ha convertido en un fenómeno escasamente defendido, tener la posibilidad, como ha ocurrido con personajes tan atrabiliarios como el señor Wyoming o el periodista Miguel Angel Aguilar o la insistente y aburrida Pilar Rahola, hayan podido engañar a quienes han tenido el mal gusto de escucharles o leer sus artículos, con una sarta de mentiras, engendradas en sus mentes adoctrinadas que rezuman odio y rencor, para aprovechar la ocasión para denigrar, insultar, faltar a la verdad e injuriar la figura del general; sin que ninguno de ellos ni de sus antecesores fuera capaz de impedir que Franco estuviera al frente del gobierno español más de 40 años. Ahora, esta pandilla de cobardes, sabiendo que nadie va a devolverles sus insultos, se atreven a hacerse los machos aunque sería muy conveniente averiguar si ellos, tan defensores de los pobres, viven de acuerdo con la filosofía comunista, no como el señor Pablo Iglesias y la Montero en su magnífica mansión de Galapagar o acumulando inmuebles ¿No señor Wyoming?, hasta construir un confortable colchón de millones. Quizá convendría que Hacienda, que dice que somos todos, pudiera comprobar si usted, tan cumplidor y mesiánico rival del Torquemada de la Inquisición, es tan honesto como quiere vendernos. En todo caso, ante tanta ruindad, ignorancia, intentos de crear una historia falsa o fatuidad de presentadores, locutores o columnistas dispuestos a engañar a la gente sobre lo que ocurrió durante aquellos 40 años; sólo cabe el mayor desprecio, desdén, menosprecio y olvido. Y es que, señores, “ex nihilo, nihil”, de la nada no sale nada, y de esta casta de políticos que forman parte de esta poderosa izquierda que hemos consentido que se afianzara en nuestra nación, nadie se puede creer que, de tan obtusos y fanatizados políticos, salga nada que sea provechoso para nuestra patria o para los españoles, incluso para aquellos que se siguen creyendo que van a salir beneficiados si los aúpan al
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