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Frente a esta atmósfera de contiendas y tensiones, que están generando una escalada de crisis muy grande por todo el planeta, es de gran importancia activar el corazón, al menos para poder enmendarse uno hasta consigo mismo y poder entrar en relación. Ciertamente, el ruido ensordecedor de las controversias nos deja sin alma, totalmente desprotegidos entre sí, con un modelo de vida egoísta a más no poder.
Navidad es una época ideal para los buenos deseos. El rey como el resto de los ciudadanos está lleno de euforia. En el tradicional mensaje navideño, creo que pensando más en los políticos que en los ciudadanos, pide que se evite que se instale el germen de la discordia. La falta de concordia está instalada en todas las clases sociales. Por la relevancia pública se hace más visible entre los políticos.
Qué bien suena eso de tener las cosas claras, y sobre todo, a cuántos equívocos nos lanza de manera intempestiva. Por otra parte, pocas cosas se producen con tanta lógica si paramos mientes en lo que realmente somos. Pese a estar averiados por las múltiples debilidades propias, todavía podemos asombrarnos por el conjunto de los desvaríos circundantes. No hay donde agarrarse en busca de un apoyo sustancial, todos son provisionales.
No es cuestión de leyes ni cárceles.
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