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El 17 de julio se celebra el Día Internacional del Emoji, una fecha que subraya la importancia de estos pequeños símbolos en la comunicación moderna. Desde su creación a finales de la década de 1990, los emojis han evolucionado de simples caritas amarillas a un vasto lenguaje visual que trasciende barreras lingüísticas y culturales. Son parte integral de nuestras conversaciones diarias y han redefinido la manera en que entendemos el lenguaje y la comunicación.
Hace unos días, me gustaría pensar que por una sanción del hombre más maquiavélico del planeta (Mark Zuckerberg), dejé de poder expresar emociones en la Red social llamada Caralibro. Es decir, desaparecieron todos los emojis quitando el azul original del like. Las fotos dejaron de encantarme, las opiniones de asombrarme o importarme, y las malas noticias de enfadarme.
Creo que los dos años de pandemia y la confinación en que vivimos especialmente los mayores a lo largo de la misma, nos ha animado a comunicarnos constantemente con “alguien”. Aunque sea de forma telemática. Aquellos que no tienen otra cosa mejor que hacer a lo largo del día, aprovechan por recopilar cuanto les llega o cuanto encuentran en la red e, inmediatamente, lo reenvían tenga sentido o no.
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