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Parece que hoy día no se entiende la idea de sacrifico, pero es interesante observar cómo ciertos temas, como el sacrificio y la redención, persisten en el inconsciente colectivo a través de diversas expresiones culturales, incluso en contextos donde su comprensión directa puede parecer menos evidente.
La miga de la Semana Santa, culmen del camino cuaresmal, tiene que hacernos repensar sobre nuestro propio pulso interior. Esto se consigue, sustentándose en silencio y sosteniéndose en soledad, bajo la contemplación mística y sobre la esperanza de quien es verdad y vida. Nuestra tarea es la de embellecer y no embobarse, la de conciliar lo irreconciliable y no poner armas sino alma.
En la entrega está la felicidad, no en el vivir, sino en saber donarse sin miedo, haciendo corrección cada día. Al igual que, con el despertar de cada mañana entramos en acción, los acontecimientos tampoco representan una mera sucesión de actos sin sentido; pues, aunque estemos bajo el dominio del caos, tenemos voluntad para reafirmar la personalidad, templar el carácter y desafiar la adversidad, superándonos diariamente.
Si hoy ningún Estado nacional aislado está en condiciones de asegurar el bien común de su propia ciudadanía, tampoco ninguna persona por sí misma puede realizar nada; es necesario preocuparse y ocuparse conjuntamente, reaccionar a tiempo y en comunidad, si en verdad queremos avanzar y corregir el rumbo.
El auténtico amor no está en las palabras, sino en los hechos, en el legarse y en el perdonarse, para estar siempre en posición de entrega, como están los verdaderos padres, que no son aquellos que únicamente proporcionan historia viviente, eso es demasiado fácil, hay que concretar actitudes, modos y maneras de existir responsable; puesto que todo requiere, un desarrollo sustentado en la acción y en el cariño.
Reconozco que en el mundo de hoy, hambriento de amor verdadero, no sea fácil esperanzarse. Sin embargo, en cualquier esquina puede surgir una luz ilusoria, que nos ponga en movimiento para explorar el futuro de una nueva forma. Desde luego, esa vida en común, nos invita a proseguir con la audacia del saber, en la búsqueda de nuevos horizontes, al menos para conseguir sosiego interno y sonrisas en el alma.
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