| ||||||||||||||||||||||
“¡No puedo respirar! ¡No puedo respirar, por favor! ¡No puedo respirar, por favor!”. Esta súplica quedó grabada en las cámaras corporales de los policías de la ciudad estadounidense de Aurora, en el estado de Colorado que abordaron violentamente a Elijah McClain, un joven afroestadounidense de 23 años de edad que retornaba caminando a su hogar luego de comprar unas latas de té helado en la tienda de la esquina de su casa.
El Día de los Caídos del año pasado, cuando el sol del atardecer se posaba sobre la intersección de las avenidas 38 y Chicago de la ciudad de Mineápolis, el oficial de policía Derek Chauvin presionaba su rodilla contra el cuello de George Floyd. Esposado y respirando con dificultad, Floyd llamaba “señor” al oficial.
El obstruccionismo legislativo ha permitido durante mucho tiempo a los supremacistas blancos proteger y extender la esclavitud, la segregación, las leyes discriminatorias de la época de Jim Crow y todas sus manifestaciones modernas, desde la restricción del derecho al voto hasta el encarcelamiento masivo.
La muerte de una personas, sea blanca o negra, siempre es algo reprobable y, si el fallecimiento ocurre en unas circunstancias tan brutales como fue el caso de este joven negro, Jeorg Lloyd, la indignación popular responde con la expresión masiva de lo que es un descontento ante la injustica de una muerte innecesaria y con atisbos de racismo.
Las protestas contra la violencia policial en Estados Unidos, que ya llevan más de dos semanas ininterrumpidas, están comenzando a generar cambios. El asesinato de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis impulsó a cientos de miles —o quizás millones— de personas a salir a las calles, para exigir justicia para Floyd y otras víctimas de la policía, así como un cambio fundamental en el sistema policial.
En el estado de Minnesota, en Estados Unidos, dolientes se congregaron el jueves para celebrar un servicio en memoria y homenaje a la vida de George Floyd, el hombre afroestadounidense cuya muerte a manos de la policía de la ciudad de Minneapolis provocó un levantamiento contra el racismo y la brutalidad policial en todo el país.
Ha sido un lamento desgarrador el que con dificultad ha salido del cuerpo moribundo de George Floyd cuando, aprisionado contra el suelo, un policía le apretaba el cuello con su rodilla. “No puedo respirar”. La presión ejercida en la garganta del pobre ciudadano negro.
Derek Chauvin es un policía USA blanco del montón. Y mató sin consideración empática alguna a George Floyd, un joven negro de tantos de los suburbios de la gran ciudad. El presunto delito, intentar colar un billete falso de 20 míseros y miserables dólares. Es una historia racista recurrente en el panorama estadounidense.
El miércoles por la tarde, Keith Ellison, primer fiscal general afroestadounidense de Minnesota, expresó en conferencia de prensa: “Estamos aquí hoy porque George Floyd no lo está. Debería estar aquí. Debería estar vivo, pero no lo está”. Luego anunció que elevaría a asesinato en segundo grado la acusación contra el exoficial de policía de Minneapolis, Derek Chauvin, que fue separado de su cargo luego de la conmoción que generó la muerte de Floyd.
|