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Escribió en cierta ocasión Rafael Chirbes, en uno de sus Diarios que «ahora hay que mecer el territorio y pisotear al contrario. Anular las conciencias críticas y fomentar el sentido de pertenencia». Esa es la clave para seguir en el poder. Fomentar la incultura. Convertir a los ciudadanos en repetidores de consignas y por supuesto acabar con la individualidad.
Eso es lo que se pretende con la nueva Ley sobre la enseñanza. Es un axioma, y como tal, no necesita explicación, que un pueblo de incultos de gobierna y domina mejor que otro en el que sus componentes tengan los conocimientos más rudimentales, no ya de una cultura superior, sino de la sabiduría más elemental para encarar la vida con los múltiples y variados problemas que diariamente nos acucian, y separar el oro de los oropeles.
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