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Sale uno de San, el libro de los milagros,como recién parido del vientre de una vaca, expulsado de las raíces de la tierra, allá donde el instinto habla con la luna, arrancado de ese mundo que, a pesar de todo, aún merodea en nuestras tripas, cuyo pálpito todavía podemos sentir en el alma del bosque, que nos olisquea entre extrañado y tal vez algo nostálgico cuando nos reclama con su olor de tierra húmeda y vísceras abiertas; expulsados en fin a este tiempo nuestro de acero y cristal.
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