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Un martes 21 de Junio de 2022, entre la rabia y las lágrimas, la Vicepresidenta del Gobierno valenciano y Consellera de Igualdad, Mónica Oltra, dimitía de todos sus cargos ante el acoso político y mediático de sus enemigos, que no eran ni son pocos. Casi dos años más tarde, también un martes, el juzgado número 15 de los de València sobreseía su caso ante la evidencia de que las acusaciones eran totalmente falsas.
De muy poco le vana servir a la comunista Oltra los bailes que protagonizó con sus compañeros para celebrar su citación por el Tribunal de Justicia de la Comunidad Valenciana. Y menos aún, sus bravatas asegurando que no iba a dimitir. Bravatas que han decaído cuando le han explicado que ya está bien de poner trabas a la Justicia.
Nada de cacería política, ni de persecución ultra. La misma cantinela de siempre y los mismos mantras de la siniestra delirante. Veo que la indecencia no tiene límite: sabía que la vicepresidenta y la ministra de Igual-Da carecían de ética y de valores, pero dar la espalda a una víctima extremadamente vulnerable, menor para más «inri», retrata a ambas y a muchas otras «bocachanclas» que pierden la fuerza por la boca tras la bandera del barato feminismo.
La situación de Mónica ya era insostenible. Acusada de tres delitos. Ha dimitido de todos sus cargos y privilegios, incluso el aforamiento. Vergüenza ajena es lo que sienten los componentes de las Cortes valencianas tras los episodios «radiados» del encubrimiento. «Yo no estoy para fiestas» debió de comentar Ximo Puig tras comprobar el ridículo hecho por Oltra y Compromís en la «fiestuqui» de desagravio que le organizaron este fin de semana.
Todo cargo público conlleva responsabilidades sobre todo cuando resulta sospechosa determinada forma de actuar encubriendo presuntamente al familiar más directo. Los altos cargos públicos deben alejar toda duda sobre su actuación vital. No podemos permitir los ciudadanos que la sombra de la sospecha sea razón para no presentar la dimisión del cargo público por muy buenas políticas inclusivas que se hayan realizado.
Algún medio de comunicación extranjero se pregunta qué es lo que está sucediendo en España y por qué hay tan bajo nivel de políticos. Es obligación de los medios españoles dar respuesta a esas preguntas. Y esas no son otras que la llegada de formaciones antidemocráticas con nombres de comunista, pero que actúan como ultraizquierdistas y con actitudes profascistas, según convenga en cada momento.
Hay veces que dejamos pasar el tren que luego no volverá. Cuando nuestra moneda es el “interés personal” y nuestros bancos son los grupos mediáticos y los poderes fácticos, entonces, la vergüenza se convertirá en máscara hipócrita de las realidades sociales.
Se desnudaron de sus siglas y, a modo de reflexión, pretendían hablar de sus experiencias políticas, según ellas. No querían hablar de partidos, ni de elecciones, ni de alianzas. Un «rebaño» de cinco. Algo así como la fiesta del pijama. ¿Mujeres del arco progresista? Crispadoras, incompetentes, y desnortadas. La del traje regional magrebí dándoselas de feminista. ¿Esta tropa va a sacar a España del agujero?
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