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La forma en que los científicos llaman a los seres vivos no es algo que suela generar controversia. Los nombres de las especies están regulados por los llamados códigos de nomenclatura, que se encargan de mantener una comunicación científica inequívoca entre culturas y generaciones. Es uno de los pocos sistemas de comunicación verdaderamente universales. Ahora, ha surgido una polémica en torno a la posible carga ética de los nombres de las especies.
Como marca, decidió hace más de cien años distinguir a sus modelos en el mercado por nombres concretos y no por combinaciones de letras y números, sin embargo, el primer Opel en conocerse con un nombre no fue bautizado por la dirección de la firma, sino por el ingenio popular: el Opel 4 PS de 1921 fue conocido en toda Alemania como “Laubfrosch” (rana verde) por su tamaño compacto y el color verde que utilizaba la marca en la época.
Es curioso el contraste, entre la multitud de datos y referencias, se cita a numerosas personas por motivos muy diferentes; sin embargo, esa profusión nos deja confusos a la hora de calibrar la consistencia de la gente citada. El número de citaciones o la manera de hacerlas, suele contribuir más a la confusión que a perfilar la significancia como personas de los citados.
El puerto ucraniano de Odesa, hoy objetivo militar clave de las fuerzas rusas, debe su nombre a la antigua ciudad griega de Odessos, que supuso la corte de Catalina II de Rusia se había situado en el mismo sitio. Aunque Odesa se encuentra cercana a las antiguas ciudades griegas de Tyras y Olbia, la antigua ciudad griega a la que debe su nombre se encontraba en territorio hoy búlgaro cercano a Varna.
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