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Nombres apropiados

Es importante distribuir los calificativos con precisión
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 16 de junio de 2023, 10:29 h (CET)

Es curioso el contraste, entre la multitud de datos y referencias, se cita a numerosas personas por motivos muy diferentes; sin embargo, esa profusión nos deja confusos a la hora de calibrar la consistencia de la gente citada. El número de citaciones o la manera de hacerlas, suele contribuir más a la confusión que a perfilar la significancia como personas de los citados. En esta APRECIACIÓN, inciden también los medios utilizados, a través de las imágenes, virtuales o escritos, sin perder de vista tampoco la transmisión oral. Queda pendiente, muy en el aire, la captación de las personas y sus nombres por parte de los demás, con ese talante melancólico de haber olvidado a los principales de sus vidas.


La rotundidad de los medios nos surte con generosidad de nombres gruesos, de esos que sobrepasan las ondas y las pantallas. El paso del tiempo los adelgaza sin miramientos, se diluyen e incluso se trastoca el sentido de sus apelativos otrora grandiosos. En su devenir polarizan la atención, justificada por los efectos singulares de sus obras; aunque, esas grandezas tienen otra repercusión DISTRACTORA, de cara a las valoraciones relacionadas con muchos otros agentes particulares, en sus vidas de menores alcances en cuanto al espacio y números. Es mucho decir eso de valorar la consistencia de las personas por su ocupación del espacio relacional o comunicativo; es mucho decir y en gran parte, falso.


La ambivalencia se planta muy erguida en torno de las actuaciones humanas, porque no hablamos de simples interruptores enfrascados en el sí o en el no; inmersos en una manifiesta complejidad, las valoraciones han de ser completas o se devalúan. Solemos alabar la entrega personal en las labores diarias. Sin embargo, eso no resulta suficiente, basta una simple apreciación, a COSTA de QUIÉN, para cuestionar el sentido de aquella entrega, aunque fuera una labor bien hecha. Grandes figuras, no importa su relumbrón, pierden el lustre de su nombradía por haberse forjado a expensas de sus abusos sobre muchísima gente, incluso de carácter trágico. Grandes poltronas, emporios o famoseos, no se logran con una equilibrada distribución de las cargas.


Si nos ceñimos a las relaciones más particulares, adquieren especial relieve aquellas que supieron impulsarnos a los mejores ánimos y maneras de pensar, para desenvolvernos en los planteamientos existenciales. Pudieron tratarse de una o varias personas ligadas a determinadas actividades. En el repaso de las mentalidades propias en sus trayectorias vitales, quedan plasmados los nombres inolvidables. De entre ellos, ese MAESTRO que resultó clave para enfocarnos hacia el futuro, su nombre permanece como una inscripción en el panel de valoraciones propias. No suelen abundar, ese nivel de excelencia en sus actuaciones es exigente y precisaba de cualidades selectas. Mantener su recuerdo es muy ilustrativo.


Del mismo modo que descubrimos sórdidas muestras en ciertas grandezas, en las pequeñas relaciones suelen aparecer rasgos grandiosos; los tamaños son secundarios, es primordial la calidad de los intercambios. Cuando revisamos las prácticas reiteradas a través de los comportamientos, también salen reforzados los nombres de ciertos protagonistas; cada persona podrá registrar en su caso, quienes son merecedores de esa consideración relevante. Los acompañamientos imborrables adquieren rango de CUIDADORES; por su esmerada presencia merecen ese reconocimiento. Desde los cuidados infantiles, asistenciales, de autoridades o de gente próxima, cuyo trato equilibrado nos ayudó a superar las tribulaciones con aportaciones encomiables.


Con la reivindicación de ciertas personas, al nombrarlas con ese respeto especial, no se trata de conceptos absolutos; saberlo todo, no se corresponde con nuestra realidad. Como por otra parte resulta lógico, tampoco se trata de igualar los criterios, de por si es imposible y antinatural a todas luces. Al evocar las magníficas influencias de dichas personas, recuperamos el RECONOCIMIENTO de sus entrañables aportaciones; al sentirlas, mantenemos su prestancia frente a las turbulencias de la maraña global. Supone realzar las esferas personales, conscientes de su ligazón comunitaria y la mejor consistencia cualitativa. Asentamos las variadas perspectivas propias sin las renuncias frívolas tan acuciantes en los ámbitos actuales.


En el vasto avatar de las cuitas diarias, el ritmo no permite pausas reflexivas, a lo sumo pequeños fogonazos estimulantes, pero esporádicos. Por eso aparece la reiteración de los lamentos, no habíamos detectado ni valorado circunstancias importantes. A pesar del retraso, nos conviene apreciar en su justa medida la consistencia de las aportaciones de la mejor gente; se pone de relieve de una manera especial cuando nos encontramos con la PÉRDIDA de su acompañamiento. Ese registro de sus influencias enriquece el bagaje propio al asumir sus bondades. El retraso es poco convincente, aunque logra evitar la pérdida mayor del progresivo olvido insustancial. Ese recuerdo se abre a nuevos factores estimulantes.


De hecho se trata de ese reconocimiento, de registrar sus procedencias, con especial énfasis en la calidad de las transmisiones, de sus saberes, pero sobre todo de las actitudes implicadas. Aunque las conexiones no se producen simultáneamente, ni afectan de igual manera a los diferentes retos vitales. Detectamos esos elementos en sectores diversos de la actividad. Se producen influencias SECTORIALES; pueden llegar a ser contraproducentes en otros sectores y diferentes según los individuos afectados. En dicha conjunción de elementos, el sujeto protagonista dispone del mejor observatorio para calibrar su afectación, evaluada su intensidad y su calidad, les llamarán por su nombre adecuado.


En el curso de la Historia emergen propuestas conceptuales verdaderamente cruciales, de gran impacto sobre el devenir de los comportamientos. No obstante, si nos limitamos a una visión de conjunto, obviamos a las pequeñas porciones tan numerosas centradas en los individuos. No parece pertinente ceñirse a la impresión global, sin tener en cuenta las interpretaciones particulares. Al menos, a esos innumerables afectados habrá que concederles la posibilidad de nombrar a las propuestas y sus artífices según sus propias INTERPRETACIONES; por la doble coyuntura de la idea absoluta imposible de alcanzar y de la evidente diversidad participativa, imposible de aglutinar en entidades de un único significado.


El hecho de desenvolvernos entre las circunstancias que nos correspondieron en la suerte existencial, no disminuye un ápice la importancia de nuestra disposición al afrontarlas. La necedad de intentar prescindir de ellas o la estulticia de empeorarlas, nos aleja del quicio de la realidad. Es como si estuviéramos en la tesitura de poner un nombre adecuado a nuestras ACTITUDES con la franqueza de saber a qué atenernos.


Ya puestos en activo, no hará falta insistir en la importancia de distribuir bien el contenido en ambos platos de la BALANZA. Los nombres impropios, hasta de atribuirles tales apelativos, resulta primordial detectarlos y ubicarlos en el plato delator. En el otro soporte, además del depósito identificativo, extraeremos el reconocimiento y el agradecimiento, que acabará reforzando nuestra identidad.

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