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Hubo tiempos en los que la nieve roja de la Unión Soviética cubrió no solo los campos y los tejados, sino también las conciencias. Aquellos días, el árbol de Navidad, un inocente símbolo de alegría y fe, se transformó en campo de batalla ideológico. El régimen soviético, más torpe en sus ataques a la tradición que un oso con raquetas, no supo si arrancar de raíz el abeto cristiano o coronarlo con una estrella roja.
Hoy he leído un artículo sobre la Iglesia Ortodoxa. He cerrado los ojos, no podía dar crédito. Dios, “politizado”. Su Iglesia, comprada. Su meta, utilizar a Dios para la Gran Rusia. Su pueblo, el que obedezca… Todo es legal y plausible si ayuda al proyecto político. Dios es interpretado al gusto del Jeque. La misericordia y la bondad, si no ayudan, mejor es la venganza y la violencia.
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