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Como todo el mundo habréis conocido ya, el pasado domingo se celebraba en Madrid una mascletá que tuvo rechazo incluso a nivel internacional y cuyas consecuencias estaban claras, pero ni el juzgado ni ningún organismo quiso pararlo. Fueron casi diez minutos de traca con 300 kilos de pólvora derivados de una apuesta del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, junto a una de las zonas verdes con más biodiversidad de toda la capital.
Durante años inconscientemente como valenciano he apoyado la pirotecnia e incluso siendo fallero de pequeño, pero una vez sabes lo que hay detrás y el sufrimiento que provoca, considero que hay que mostrar un poco de respeto por los demás no siendo participe de esto. Las víctimas de la pirotecnia son animales mal llamados mascotas, bebés, aves, infancia con autismo, personas mayores o personas con enfermedades, a lo que se suma el impacto medioambiental.
La Asociación de Comerciantes de Fuegos Artificiales de España (ACFAE) afirma que el sector de la pirotécnica se ha recuperado y ha vuelto a las cifras de 2019 y espera que, después de dos años de ausencia, las Fallas 2023 confirmen el buen estado de salud del sector.
Uno de los pocos recuerdos agradables que conservo de mi niñez es el olor a pólvora, asociado siempre a la traca que se quemaba cada tarde en una plaza céntrica de mi ciudad, con motivo de las fiestas patronales. Un enjambre de muchachitos inquietos nos agolpábamos en la trayectoria de la ristra, por ver si atrapábamos alguno de los juguetes que de allí colgaban: cuchillos Arapahoes, machetes Sioux, penachos de plumas Cherokees…
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