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Vivimos en una sociedad en la que la queja parece haberse convertido en el pan de cada día. Nos quejamos del gobierno, del trabajo, de la familia, de la economía y hasta del clima. Pero, ¿nos hemos detenido a reflexionar sobre el impacto de esta actitud en nuestras vidas? ¿Es la queja una herramienta válida para el cambio o un freno que nos mantiene atrapados en la insatisfacción?
Siempre es bueno (y oportuno) escribir sobre distintas cuestiones con las que nos tropezamos en el devenir de cada día y que afectan a nuestras vidas de manera directa. Y no solo de las que nos producen alegría, sino de aquellas otras que nos causan verdadero pesar.
Haciéndose eco de las consignas del PP y satélites respecto a bajar los impuestos al menos en un 5%. No recuerdan que los mismos partidos que ahora hablan, cuando gobernaron subieron los impuestos por Decreto Ley.
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