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Ha sido un año increíble. Fantástico. Espectacular. Pónganle el adjetivo que deseen, pero el 2011 de Rafael Nadal es todo menos decepcionante. Un Grand Slam (siempre nos quedará París…), un Masters 1000 (…Montecarlo…), un ATP 500 (…y Barcelona). Los deberes donde se supone que el balear debe hacerlos. El resto se ha quedado a un nombre de la gloria.