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Los españolitos de a pie debemos hacernos una lista cada mañana con las cosas que podemos creer, hacer o decir. Que esa es otra. También nos imponen el vocabulario con aquello de “lo políticamente correcto”.
Como hace años me explicó el inolvidable Miguel de la Quadra-Salcedo, sentir el peso de un libro en las manos, notar el olor peculiar al abrir sus páginas, hojearlo antes de acometer la lectura, forma parte de un ritual sin palabras que preludia una aventura que nos llevará durante horas y días a un mundo distinto que, en principio, nos es ajeno, pero que poco a poco iremos incorporando hasta hacerlo nuestro.
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