Los gobernantes nos están tratando como engranajes de una máquina que ellos manejan a su libre albedrío; en función de las necesidades de su partido o las suyas propias.
Cada mañana tiran del “argumentario” (una palabra que antes solo se utilizaba en el argot comercial) para determinar que ideas nos deben imponer para seguir haciendo y deshaciendo a su capricho. ¿Cómo? Mediante un decreto. Y tan panchos.
Entretanto la oposición se niega a todo por sistema; no se para en, por lo menos, echarle un vistazo a las proposiciones o decisiones firmes del gobierno.
Los españolitos de a pie debemos hacernos una lista cada mañana con las cosas que podemos creer, hacer o decir. Que esa es otra. También nos imponen el vocabulario con aquello de “lo políticamente correcto”.
Al final deciden que los ciudadanos corrientes somos los culpables de la “pertinaz sequía” (¿a que me suena esto?), el cambio climático, el precio de la luz, del gas y del petróleo, la llegada de medusas a la costa, el hambre, las guerras y la madre que los parió.
Así que, queridos lectores, cada mañana, debemos saber que tenemos que hacer –o no hacer-, decir –o callar, en quién creer, etc. Aun nos permiten satisfacer las necesidades fisiológicas a demanda y circular por las calles con mucho cuidado.
¿Tiempos modernos? ¿Tiempos de libertad? Aun nos queda la tortilla de patatas, el dominó o la siesta. Como me toquen algo de esto me exilio voluntariamente a los cerros de Úbeda. Como aquél capitán de Fernando III que se quitó de en medio y se perdió entre los olivos.
|