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A lo largo de estos días ha sido un bombazo en todos los telediarios la información que recoge la presunta estafa de un periodista a sus compañeros de trabajo. Parece ser que el comentarista-estafador implicado en el tema, esgrimía una enfermedad terminal que precisaba el desembolso de grandes cantidades de dinero para subvencionar su carísimo tratamiento.
Parto de la base de que no me refiero a ese tipo de “timados” que lo son por pasarse de listos. Aquellos que adquieren bienes de dudosa procedencia o inversiones con intereses desorbitados que de entrada “cantan la Traviata”. Trato de reflejar ese otro grupo de personas de buena voluntad que han llegado a ese maravilloso segmento “de plata” que acoge a los que, una vez acabada la vida activa, se disponen a disfrutar de los ahorros y de la merecida jubilación.
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