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Como terapia para estos días, pienso en el abate Barruel, aludido por Umberto Eco en alguna de sus novelas, y muy probablemente el primero de los “conspiranoicos” contemporáneos. Nacido hacia 1740, fue un jesuita que, a partir de los sucesos revolucionarios de Francia, iniciados en 1789, se exilió en Inglaterra para mantener sus ideas ultramontanas.
Hay una tendencia ridícula en la literatura de hoy en día y es la de iniciar el libro con una frase impactante. No importa que, tras esa frase, la retahíla de retórica que venga después, en cada uno de sus párrafos, no sea más que paja mojada de un vulgar granero. Lo que importa es que el lector, aquel descuidado lector, se sienta atraído por una portada de atractivo diseño y por una frase inicial que deje con ganas de resolver el enigma a la siguiente oración.
Las adjetivaciones que proporciona la RAE respecto al término “necio” cubren básicamente la totalidad de los significados atinados que posteriormente analizaremos: “ignorante, que no sabe lo que puede o debe saber”; “imprudente o falto de razón”; “terco y porfiado en lo que hace o dice”; “dicho de una cosa que se ejecuta con ignorancia, imprudencia o presunción”.
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