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La Manada, ¿pasión, naturaleza o delito?

Las pasiones de La Manada
Fausto Antonio Ramírez
domingo, 6 de mayo de 2018, 12:59 h (CET)

La pasión amorosa comienza habitualmente por un desfase notable con relación a la realidad. Y esto es así porque proyecta todo tipo de cualidades sobre el ser que es objeto de esa pasión. En otras palabras, es como una especie de sublimación del sentimiento de unión. Por tanto, la pasión es una ilusión, a través de la cual el individuo se vuelve ciego.


Por pasión se cometen abusos y violaciones, sin pensar en las consecuencias psicológicas, físicas, y legales que estas pueden tener sobre la víctima y los propios agresores. No cabe duda de que la pasión puede llevar a todo tipo de actos escalofriantes e irracionales.


La sociedad actual anima a la gente a tener todo tipo de pasiones desenfrenadas, desarrollando así una gran parte de egoísmo personal que termina por debilitar hasta el extremo a la propia sociedad.


La ceguera que produce la pasión enfoca unilateralmente todas las energías hacia el objeto deseado o mejor dicho, el sujeto que sufre las consecuencias del desenfreno de los demás. De tal manera esto es así, que el individuo se ve únicamente ocupado por una sola realidad, el resto no importa, y por tanto se deja de tener una visión justa de la realidad, puesto que se oculta aquello que pudiera entorpecer la pasión en sí. El objeto o el ser de la pasión se diviniza, pero es una devoción contraria a la razón.


La pasión, en su ceguera más absoluta, se puede convertir en locura mortífera, puesto que si no se puede poseer, por propia voluntad de la víctima, se puede llegar a su propio sacrificio.


En la pasión interviene paradójicamente una pasividad activa. La Manada sabe que no debería hacer eso, y sin embargo lo hace. Bien se dice que es más fácil renunciar a una pasión que dominarla. En un primer momento, la pasión se puede controlar, pero si se está bajo los efectos del alcohol y las drogas, se convierte en algo cegador.


Podemos pensar que la sexualidad concierne únicamente a la esfera privada del individuo. O por el contrario podemos pensar que la sexualidad concierne a la sociedad en su conjunto, y por consiguiente, esta tiene el derecho y la obligación de prohibir ciertas prácticas sexuales, en función de la concepción que se tenga de la naturaleza humana, del orden social, etc.


No olvidemos que la sexualidad no representa la única “actividad sexual” de la que los hombres, en sentido general, son capaces de vivir. En realidad afecta al conjunto de la humanidad.


La sexualidad humana se distingue de la de los animales por el hecho de que los hombres establecen ciertas prohibiciones, como el incesto, el abuso, o la violación.

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