Se formó en diversos campos del conocimiento de su tiempo. Su existencia transcurre entre 1646 y 1716. Este extraordinario pensador alemán se formó en filosofía, historia, derecho, literatura, matemáticas, física y derecho. Pero su voraz lectura abarcaba más ámbitos del saber de su época. Su curiosidad era insaciable. Fue diplomático y estableció correspondencia con científicos y sabios con los que trataba de temas de ciencia y de filosofía.
Escribió, aproximadamente, unas 14.500 cartas en su vida y no eran misivas cortas y que han sido publicadas y son inmensamente valiosas para saber de sus investigaciones y planteamientos científicos y filosóficos y de los de otros grandes sabios como, por ejemplo, Bernoulli y Clarke.
Su labor diplomática estuvo orientada al logro de la reconciliación de las iglesias cristianas y también de los diferentes estados europeos, aunque sin éxito por la intransigencia y falta de entendimiento reinante en el siglo XVII y principios del XVIII.
Intentó construir una ciencia que contuviera los fundamentos y los principios de todos los saberes o ciencias existentes. Fundó la Academia de Ciencias de Berlín en el año 1700.
Es un pensador racionalista y aunque dialogó con Spinoza y apreció el valor y la calidad de la filosofía spinoziana no estaba de acuerdo con su sistema filosófico. Porque, entre otras cosas, Leibniz es un pensador que rechaza el panteísmo y que puede ser calificado de espiritualista.
Creó una filosofía propia y original que puede ser objeto de discusión y análisis, pero que está basada en argumentaciones y en elaboraciones que afirman el principio de razón suficiente y el de no contradicción, etcétera. Entre sus tratados filosóficos destacan: Discurso de metafísica escrito en 1686, Ensayos de Teodicea de 1710, Monadología de 1714 y Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano que fue publicado póstumamente en 1765. Fue bibliotecario, consejero e historiador de los Hannover que llegaron al trono de Inglaterra. En sus últimos años y, de forma inmerecida, perdió la protección de esta familia de la nobleza alemana.
Las investigaciones matemáticas de Leibniz fueron brillantes. En su estancia en París en la década de 1670 estudió manuscritos de Pascal que le fueron útiles de cara al descubrimiento del cálculo infinitesimal. Newton desarrolló este tipo de cálculo algo antes que Leibniz, pero la formulación leibniziana era de aplicación más rápida y cómoda. De todas maneras, Leibniz fue el primero en publicar su descubrimiento del cálculo infinitesimal, aunque surgió una gran polémica con Newton por la autoría.
No cabe duda de que el sistema metafísico o filosófico de Leibniz es el último gran sistema racionalista del siglo XVII. No acepta el mecanicismo cartesiano y tampoco la teoría de Spinoza acerca del despliegue necesario de la sustancia divina. Según Leibniz, las mónadas son sustancias simples e indivisibles que conforman los elementos de todas las cosas y están dotadas de fuerza o energía interna. No se corrompen ni perecen y no se comunican entre sí. Las cosas son grupos de mónadas bajo una mónada dominante. Desde la perspectiva del filósofo alemán en el ser humano la mónada dominante es el alma racional. Se puede decir que es superior a las mónadas del cuerpo, puesto que tiene percepciones más claras.
En lo relativo a la comunicación de las sustancias propone una solución diferente a la cartesiana. Está convencido de que es el resultado de una armonía preestablecida por Dios, desde el momento de la creación, de forma que todas las mónadas se desarrollan en armonía con el orden del universo, como una especie de relojes perfectamente sincronizados por un relojero divino, desde el principio de los tiempos.
Leibniz afirma la justificación del argumento ontológico de San Anselmo. En esta cuestión se deja llevar por su espiritualismo y por aspectos teológicos. Desde una perspectiva como la kantiana que distingue entre pensamiento y realidad y que considero plenamente coherente no es demostrable la existencia de Dios.
En relación con los tipos de verdades que se pueden conocer Leibniz explica que las almas humanas pueden llegar a saber a través de las verdades de razón o de hecho o fácticas.
Respecto a su optimismo metafísico está firmemente convencido de que el mundo creado que es uno de los posibles es el mejor. El mal tiene que existir, ya que, si no fuera así, sería peor el mundo en todos los sentidos según Leibniz. Se interesó por las lentes, los relojes de resorte, los telescopios y otros artilugios e inventos. En 1670 el mismo Leibniz inventó una máquina de calcular que podía multiplicar y dividir. El uso del microscopio maravilló a Leibniz al ver animalitos muy pequeños en una gota de agua.
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