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"Con su trabajo, las jugadoras del Balonmano Morvedre han hecho fácil lo difícil"

Entrevista al entrenador de balonmano Manuel Etayo
Herme Cerezo
lunes, 11 de junio de 2018, 06:51 h (CET)


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Se le ve feliz. No puede negarlo, ni ocultarlo. Tampoco quiere. La sonrisa le delata. Y también ese tono moreno, optimista, que, sin duda, ha adquirido en las playas cercanas a Sagunto, al abrigo de cuyo castillo romano, Manu Etayo Ortigosa (Murieta, Navarra, 1973) ha cosechado uno de los más brillantes éxitos deportivos de su carrera, conduciendo al Club Balonmano Morvedre de regreso a la División de Honor del balonmano femenino estatal, tras proclamarlo campeón de la Liga División de Honor Plata.


A Manu le saluda una trayectoria impecable: treinta y un partidos disputados; treinta victorias; un empate; y cero derrotas. «Primero decían que nuestro grupo era cómodo y que a veces bajábamos los brazos… Siempre han intentado restarnos un poco de mérito, pero estas chicas, con su trabajo constante a lo largo del año, han convertido lo difícil en fácil, lo imposible en factible. Hubo partidos que se complicaron, pero ellas los sacaron siempre adelante. Este tipo de reacciones, en un equipo tan joven, tiene un enorme mérito». Todo está muy reciente, aún no ha transcurrido una semana cuando hablamos en la cafetería de un conocido centro comercial, con el falso lecho del río Turia al fondo, frondoso y verde. Pero cuando recuerda lo ocurrido, al entrenador navarro le brillan los ojos. «Joder, me emociono otra vez, igual que el domingo pasado. Llegar a donde hemos llegado me ha removido todo el cuerpo. Desde el primer momento hemos vivido muchas cosas importantes, hemos llegado a un punto de cohesión muy grande y hemos deseado tanto el éxito que la alegría es enorme, sobre todo para ellas».


BALONMANO MORVEDRE: PLANTILLA JOVEN, ENTRENADOR CURTIDO

Efectivamente, como Manu Etayo ha subrayado, el C.Bm. Morvedre cuenta con una plantilla muy joven. Vean el modelo: dos jugadoras con veintinueve años; otras dos con veintisiete; y el resto del plantel con edades que oscilan entre dieciocho y veinticinco. Una mezcla que se ha demostrado altamente eficaz. «Sí, ahora diría que es la receta perfecta – se ríe –, pero lo más importante es la calidad humana de cada una de ellas y cómo han congeniado entre sí. Fuera de la pista se han comportado como una familia de verdad. Han quedado para hacer cosas juntas, para dar una vuelta, para comer, para cenar... Y esa complicidad repercute luego, positivamente, durante los partidos. En ese sentido, he de destacar que Noelia Olcina ha desempeñado un papel muy importante, porque nos ha ayudado a hacer grupo, algo que constituía una de mis obsesiones antes de venir aquí».


Etayo sabe lo que dice, no en balde ha disfrutado del balonmano en todas sus facetas, primero como jugador. «Es curioso mi caso. Me dedico al balonmano por puro azar. En el colegio cogía el balón de baloncesto y, entre clase y clase, me lo llevaba siempre a todos lados. Un día apareció por allí gente de un club buscando jugadores. Y me apunté. Pensé que era baloncesto, pero cuando llegué a entrenar sacaron unos balones más pequeños. Yo cogí uno y me quedé a probar. Como era zurdo, a pesar de ser el más pequeño de todos, los entrenadores me mimaron mucho. De ahí arranca mi afición por el balonmano». Se mantuvo jugando durante mucho tiempo, incluso llegó a formar parte de la Selección de Navarra, pero pronto se dio cuenta de que él servía para otra cosa: entrenar, dirigir equipos. «Para mí el balonmano es una pasión, es la vida. Todo lo que tengo, mi familia, mis amigos, mi trabajo, se lo debo al balonmano». Entre los técnicos que le formaron recuerda a «Manolo Carretero y a Jesús Eslava, que era jugador del San Antonio. Los primeros técnicos son los que más te marcan».


Agotada su etapa de jugador, comenzó a entrenar. Formó parte del cuerpo técnico del Itxaco durante doce años; entrenó al histórico Beti Onak; y debutó en la División de Honor femenina como máximo responsable del Atlético Guardés. «Estuve tres años intentando pelear por el título, y aunque no lo conseguimos, disfruté enormemente con mi trabajo». Como segundo de Jorge Dueñas, permaneció cuatro años con la Selección Española y tocó la plata en el Campeonato de Europa de 2014. «En la Selección me dedicaba a ayudar a Jorge y a echarle una mano en el manejo del grupo. Veía vídeos, estudiaba a las rivales y trabajaba con las porteras. Es un trabajo muy distinto al que realizo en el club». Pasó después una experiencia curiosa al frente del Luxor Handball de Malta. «Después de los tres años en Galicia y de un ciclo olímpico con la Selección, necesitaba parar un poco, respirar, dar una vuelta. Contacté con un tipo que me ofreció entrenar a un club de Malta muy modesto. Fui, pero la cultura del entrenamiento de allí es muy distinta y decidí enseñar balonmano, pero tomándolo con calma. Aproveché para ver muchos partidos y reciclarme». De la isla saltó a Sagunto, otro punto del Mediterráneo, y desde el verano de 2017 es el técnico del primer equipo del Club Balonmano Morvedre. «Cuando me llamaron y conocí a su presidente, Jesús Amores, que me puso al corriente del proyecto que llevaba entre manos, no lo dudé mucho y dije que sí».


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EL PROYECTO DEL BALONMANO MORVEDRE

Desde el momento en que se anunció su fichaje por las saguntinas, dio la impresión de que se había juntado el hambre con las ganas de comer. En una entrevista previa, Etayo manifestó que tenía muchas ganas de comenzar su nuevo reto «y devolver al club la confianza que me ha otorgado con trabajo, dedicación y, sobre todo, mucha pasión». Pasión es una de las palabras que puede definir mejor al técnico navarro. Sin embargo y a priori, pasión y frialdad para leer situaciones de partido se antojan vocablos antitéticos. «Es verdad que hay que tener la cabeza fría en los momentos importantes, pero la pasión se transmite y creo que he llegado al corazón del grupo de jugadoras, porque ellas lo han demostrado en la pista. En ocasiones gesticulo mucho, porque estoy pendiente de todo, pero trato de mantener la mente serena para analizar mejor».


Antes de aterrizar, se informó bien del material humano que iba a manejar y aún le dio tiempo de participar en algunos retoques. «Ya había visto al equipo a través de vídeos y conocía al grupo. Lo que intentamos entre todos es que algunas jugadoras jóvenes, que habían salido del Morvedre, regresasen a casa. Buscábamos un perfil que, además, tuviera ganas de participar en nuestro proyecto. Para la portería dio la casualidad de que Sonora Solano, por motivos personales, quería acercarse a València y se apuntó al proyecto. Débora Torreira tenía que desarrollar sus prácticas por aquí y también se vino. Su presencia nos ha aportado cosas importantes en defensa. Y Gemma Santa Isabel y Beatriz San Isidro han sido otros dos fichajes que nos han ayudado mucho. La experiencia de todas ellas ha supuesto el plus de veteranía que necesitábamos». Visto lo acontecido, cabe preguntarse si la contratación de Manu Etayo llevaba implícito el compromiso de ascender a la División de Honor. «La idea que teníamos era la de mejorar poco a poco, trabajar a medio y largo plazo. Pero soy ambicioso y cuando comencé en agosto y vi cómo trabajaban, pensé que si competían igual que entrenaban, podíamos pelear por cotas un poco más altas, porque el equipo ofrecía posibilidades para ello. Y así ha sido».


PERFIL DE MANUEL ETAYO

Hay dos modelos de entrenadores: los que mantienen sus criterios contra viento y marea y los que permiten una cierta participación de la plantilla que tienen a su cargo. Etayo se apunta al segundo. «Es importante que las jugadoras se sientan partícipes, que no sea sólo mi opinión la que prevalezca. Para preparar el partido siguiente, les pido que vean un vídeo y así hablamos de lo que nos vamos a encontrar en la pista. Es una forma de intercambiar información que nos alimenta mutuamente, porque a mí ellas me aportan cosas también. De esta manera todos aprendemos. Lo más importante para mí es que comprendan por qué hacemos las cosas de una manera y no de otra. En balonmano todo tiene un fundamento, un motivo». El hecho de que él se dedique a preparar equipos femeninos también lo tiene. Como todo en el balonmano, según sus propias palabras. «Prefiero el balonmano femenino al masculino, aunque es más complejo a la hora de cohesionar el grupo. Quizá la forma de dirigirte a ellas y de motivarlas sea distinta, porque hay que darles más vueltas. Precisamente por eso me gusta más».


El técnico navarro entrena mucho durante la semana. Y luego espera que cada sábado el equipo obtenga fruto del trabajo desarrollado. «Sí, siempre te gusta que lo que has preparado aparezca durante el partido. Después, cuando ya se ha acabado, analizo el vídeo y veo sí he dirigido bien, si quedan errores por corregir o si he estado demasiado preocupado por otros factores ajenos al juego». Preparar un equipo de balonmano, hacer que salga a la pista una jornada tras otra, que pelee por la victoria, que ataque y defienda durante sesenta minutos, no se consigue simplemente con las sesiones diarias de preparación. Hay una serie de factores, como el denominado «entrenamiento invisible», que contribuyen poderosamente al éxito del proyecto. «Tengo la enorme suerte de llevar un grupo lleno de gente muy responsable para la edad que tiene. Su comportamiento a la hora de la comida y de los descansos es ejemplar. Además de los vídeos de nuestros rivales, les recomiendo que vean vídeos de otras competiciones que no tienen nada que ver con nosotros. Y lo hacen. De este modo se enriquecen enormemente como jugadoras de balonmano». Su trabajo perseverante ha dado resultado hasta en la defensa, un aspecto del juego que a muchas jugadoras no les gusta tanto. «Hemos preparado varios sistemas, pero defendamos en 3:3 o en 6:0 ellas lo han hecho bueno, porque lo pasan bien defendiendo y recuperando balones, algo que a veces se olvida. Cuando consigues que un equipo disfrute en defensa, tienes mucho ganado».


Un último aspecto, y no precisamente el menos importante, es el de la preparación física de la que también se ha encargado el técnico navarro. «Durante la temporada la he llevado yo, pero en este trabajo la colaboración de Noelia Olcina ha sido fundamental, sobre todo en el apartado de prevención, porque es muy importante que el nivel mental y el estado anímico sean adecuados, ya que eso ayuda a que no aparezcan tantas lesiones. También es verdad que hemos contado con una buena dosis de suerte, porque por mucho que trabajes, si en este terreno las cosas vienen mal dadas, poco puedes hacer».


LA TEMPORADA 2018-2019

La temporada 2018-2019, que ya acecha a la vuelta del verano, se presenta apasionante. El debut, o mejor el regreso, de las saguntinas a la División de Honor femenina debe tener el objetivo claro del asentamiento en la categoría. Tras la nefasta experiencia del C.Bm. Castellón, que apenas se reforzó durante el ejercicio recién concluido y descendió, parece claro que será indispensable aportar refuerzos al equipo, refuerzos que apuntalen la plantilla, que no la disgreguen, y que aporten la veteranía necesaria en los momentos delicados del juego. «Sin olvidar que se puede producir alguna baja en la plantilla por motivos laborales o de estudios, está claro que ha de haber profundidad de banquillo. La idea es que vengan dos o tres jugadoras como máximo, porque confío mucho en este grupo y no tengo ninguna duda que otro año trabajando juntas les va a venir muy bien. Pero también es verdad que en ocasiones pecamos un poco de juventud, de inocencia, de querer ser nosotros siempre. En ocasiones hay que saber parar el juego sin pensar que eso es antideportivo, porque eso significa competir mejor. En detalles como ese es donde la veteranía nos puede ayudar. De todos modos, hemos experimentado avances en este sentido y estoy convencido de que ese pequeño problema se corregirá con el tiempo».


No cabe duda que una plantilla como la del Balonmano Morvedre, joven y de calidad, es punto de observación constante para el resto de equipos de la División de Honor. Y los fichajes en el balonmano femenino se hacen con rapidez, casi en silencio, a menudo sin llamar a la puerta, lo que produce graves trastornos en la planificación de cualquier plantilla. «Por ese lado estamos tranquilos. Las jugadoras ya están hablando de que tienen ganas de que llegue agosto para hacer la pretemporada. A lo largo del año han disfrutado mucho y yo preferiría que desconectaran un poco, que hicieran una pausa, pero ellas piensan así, están muy centradas en el proyecto. Una gran mayoría ya nos ha asegurado que piensa seguir pero, de todos modos, si alguna jugadora quiere volar es libre de hacerlo».


Ya que hablamos de volar libre, es conocido que desde hace varias temporadas el balonmano femenino español ha padecido el éxodo de sus mejores jugadoras, algo que las enriquece pero que también las aleja de la competición doméstica. «El hecho de que estén fuera, desperdigadas, con distintas filosofías de balonmano, es algo complejo. Recuerdo que cuando estaba en Itxaco teníamos jugadoras de ocho nacionalidades distintas, lo que era importante porque te aportaba un plus y te permitía conocer otras filosofías de juego. Por parte de las jugadoras españolas, el hecho de que compitan fuera al máximo nivel también es bueno y provoca, de rebote, que otras jugadoras disputen minutos importantes en la Liga Española rindiendo a buen nivel. Quizá lo único que no me gusta es que se vayan de modo prematuro, saltándose algunos escalones de su etapa formativa».


LA AFICIÓN Y EL APOYO INSTITUCIONAL

En su último periplo por la División de Honor, Manu Etayo conoció a los fieles seguidores del Atlético Guardés, cuya peña principal, O Inferno de A Sangriña, goza de merecida fama por el amor hacia los colores guardeses y por sus constantes cánticos de aliento al equipo. Pero la afición del Balonmano Morvedre no le ha ido a la zaga durante todo el año y su banda de música, afinada, armoniosa, rítmica, lo mismo interpreta ‘Paquito el Chocolatero’ para espolear a sus jugadoras, que desliza ritmos fúnebres para desanimar a los rivales en momentos clave del juego. «La verdad es que A Sangriña mete mucho ruido, pero lo que hemos vivido aquí todo el año, en especial durante los partidos difíciles y en el fin de semana del ascenso, nos ha venido muy bien. Ha sido impresionante ver el Ovni repleto de un público amigo, que insuflaba ánimos. No era nuestra pista habitual, porque solemos jugar en el Pabellón René Marigil, una cuestión que me preocupaba, pero la afición se ha implicado mucho y la conexión grada-equipo ha funcionado a la perfección. Nos hemos sentido muy arropados». Y es que, a pesar de la preocupación del míster navarro, el Ovni se llenó los tres días de la fase de ascenso. Mil doscientos espectadores en cada jornada. Todo un lujo. Me contaba César Galíndez, vicepresidente del club, que durante el último entrenamiento, Etayo no hacía otra cosa que preguntarle cómo iba la venta de entradas y que, para tranquilizarlo, tuvo que decirle: «tú preocúpate del equipo, que del público ya me encargo yo». Y es que Etayo es un perfeccionista de todo lo que rodea al balonmano, mima los pequeños detalles y procura que no quede ningún cabo suelto. Ninguno.


Antes de terminar, hay que hablar del apoyo institucional recibido por parte de l’Ajuntament de Sagunt, representado en la figura del concejal de Deportes, Miguel Chover Lara. Su implicación a lo largo de toda la temporada ha sido absoluta y en la recepción que el consistorio municipal dispensó al equipo días después de conseguir el ascenso, se le pudo escuchar, con voz quebrada por la emoción, que Sagunto había recuperado la plaza en la División de Honor femenina perdida tiempo atrás. El edil se mostró convencido de que en breve, tanto el equipo femenino como el masculino del Fertiberia Puerto Sagunto, jugarían en la División de Honor. «Vamos a trabajar duro para ello y el apoyo institucional no os va a faltar». Su compromiso, sin lugar a dudas, es firme. Que los dioses, que todavía rondan las murallas del castillo saguntino, les sean propicios y les otorguen una porción de fortuna generosa y merecida. Y necesaria.

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