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Hermanos de tercera regional. Réplica al libro: «Todos los animales somos hermanos», de Jorge Riechmann

Naturaleza, cuidados y solidaridad para una sociedad libre, ni oprimida ni opresora
Ángel Padilla
sábado, 19 de abril de 2025, 12:32 h (CET)

Rosa Mas en las 1eras Jornadas VeganAnarQueer de Mislata


Por Rosa Mas, bióloga vegana y activista por la liberación animal, colabora en diversas asociaciones antiespecistas, así como en proyectos de restauración ecológica en espacios urbanos y periurbanos. Ha sido coordinadora junto a Jaym* del Val de las 1ª Jornadas VeganArarQueer celebradas en Mislata (Valencia) durante los días 5 y 6 de abril del presente año.


Hace unos días, Ángel Padilla, poeta y compañero de activismo por los demás animales me preguntaba por el libro titulado “Todos los animales somos hermanos” de Jorge Riechmann. Confieso que no lo conocía, lo que, ya de entrada, me pareció sorprendente porque intento estar informada sobre las obras que defienden los Derechos Animales. En el contenido del dicho libro está la respuesta, pues nada tiene que ver con esa presunta consideración fraterna, sino que reafirma el casposo supremacismo humano sobre las demás especies. En consecuencia, agrego algunas consideraciones al artículo que, posteriormente, publica Ángel [“Todos los animales somos hermanos” (de Jorge Riechmann), un intento de reapuntalamiento del antropocentrismo fingiendo que se transita por la defensa animal], artículo que desata una serie de airados comentarios en defensa de Jorge Riechmann, que se traduce en insultos hacia el poeta, pero, como bien señala Javier Burgos en una carta abierta al grupo de amigos defensores de Riechmann, en la que no hay ni un solo argumento que refute lo que en aquel se denunciaba, esto es, un trato vejatorio hacia los demás animales con el agravante de disfrazarlo de hermandad.


Acerca de este choque entre escritores (La liberación animal contra el especismo irredento) dio sobrada cuenta el mismo Ángel Padilla en su ponencia "La gran estafa de la literatura mundial especista" expuesta en el marco de las I Jornadas VeganAnarQueer celebradas en Mistala (Valencia) y sobre las que realizó un excelente artículo la periodista Ángeles Sanmiguel en el periódico Levante titulado "Desmontando el supremacismo humano", donde el lector interesado podrá leer algunos momentos de la charla de Padilla y, en concreto, sobre el particular tratado.

Partiendo de que no hay líneas claras en absoluto que separen lo humano de lo no humano; por el contrario, son cada vez más difusas y de que, según la ciencia biológica, una especie tiene personalidad cuando sus miembros reaccionan de manera diferente ante un mismo estímulo, pretender mantener la superioridad humana roza lo ridículo, tan demencial como negar la catástrofe ecológica causada por la actividad humana o afirmar que la tierra es plana, asumiendo que quien insiste en mantener sus privilegios de especie actúa en contra de la ciencia y de las más básicas nociones de ética.

Dice un párrafo de la obra de Riechmann, quizá el más esclarecedor de todo el libro:

“Conceder derechos a los animales no equivale ni a tomarlos por humanos, ni a menguar el respeto que deben merecernos muchas cualidades de lo humano. Pero sí que llamo la atención sobre las implicaciones que avances científicos relativamente recientes —en el terreno de la etología, la psicología animal, la biología molecular o la teoría de la evolución de las especies, por no mencionar sino algunas de las disciplinas relevantes para nuestro problema— podrían tener para nuestra manera de interpretar aquellas categorías venerables (como las de persona o derecho subjetivo). Y me pregunto si una profundización y radicalización de la Ilustración —de la que todos, de una u otra forma, somos herederos, y que proporciona el marco histórico y filosófico dentro del cual aquellas categorías tienen sentido— no exigiría acaso aplicar el principio de igualdad más allá de la línea que actualmente separa a los animales humanos de los no humanos.”

No es necesario profundizar en la Ilustración, sino en la ciencia y en la empatía para responder a esa pregunta con un “sí” rotundo, toda vez que esa línea no existe y que lo que debe aplicarse es el principio de equidad, esto es, un trato diferenciado para garantizar la protección de intereses básicos: vivir libre y dignamente. De hecho, también deberíamos borrar la línea que divide lo racional de lo emocional, que subordina la naturaleza y desprecia los cuidados como cualidades femeninas y por tanto, irrelevantes.

Para superar estos atavismos anacrónicos e impropios de una era en la que la información está al alcance de un click, animo a los autores de esas respuestas, que cuadran mal con la ferviente autocalificación de “ilustrados”, a profundizar en los más modernos conceptos de ecofeminismo y en el tradicional de justicia social. Aquí van algunos apuntes para facilitar dicho (y necesario) proceso evolutivo:

El ecofeminismo opone al crecimiento económico desaforado la importancia de los cuidados, tareas tradicionalmente reservadas a las mujeres, tan necesarias para mantener la cohesión de la comunidad como menospreciadas, pues los sentimientos que despierta el hecho de preocuparse por los demás (empatía, compasión) fueron considerados como signo de debilidad. Hoy, reivindicamos esas labores como base de una sociedad que se pretenda justa, labores que, por supuesto, no deberían ser hechas exclusivamente por mujeres, sino asumidas por todas las personas integrantes de la comunidad.


Los cuidados no se limitan solo a los seres humanos, sino que abarcan también la naturaleza y a los demás animales, pues toda forma de opresión parte de la misma base: determinar que existen “otros” cuyos derechos no merecen respeto; esta visión androcéntrica ha limitado el progreso al crecimiento económico de una serie de entidades empresariales, principales responsables de los cambios en el clima que ya estamos percibiendo de manera directa en nuestra vida cotidiana.

Hace más de medio siglo ya se publicaron informes científicos advirtiendo de los riesgos medioambientales que íbamos a enfrentar de seguir con el mismo modelo económico y sus pronósticos se están cumpliendo con fatídica exactitud. Como alternativa, el ecofeminismo animalista defiende que la calidad de vida no consiste en consumir sin mesura alguna, sino en avanzar hacia una sociedad basada en el respeto y en la consideración ajena.


La manera más eficaz de promover un cambio social profundo en cuanto a sus valores morales son la información y la educación, que no deben fundamentarse solo en el conocimiento de datos, sino también en la inteligencia emocional, en aprender a convivir y a respetar a los demás sin distinción de sexo, raza o especie, más teniendo en cuenta que la industria de la explotación animal es, con diferencia, la principal responsable de la crisis ecológica y que una dieta vegana es la principal medida a adoptar frente al colapso.

Sacar a los demás animales de nuestros platos favorece, además, la soberanía alimentaria, pues una dieta basada en frutas, hortalizas, legumbres, cereales y hongos locales, de temporada y ecológicos elimina las cadenas de transporte e intermediación y establece lazos entre productores y consumidores, fortaleciendo el sentimiento de comunidad.


Naturaleza, cuidados y solidaridad para una sociedad libre, ni oprimida ni opresora.

Rosa Mas.

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Por Rosa Mas, bióloga vegana y activista por la liberación animal, colabora en diversas asociaciones antiespecistas, así como en proyectos de restauración ecológica en espacios urbanos y periurbanos. Ha sido coordinadora junto a Jaym* del Val de las 1ª Jornadas VeganArarQueer celebradas en Mislata (Valencia) durante los días 5 y 6 de abril del presente año.

 
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