En el ejercicio del liderazgo podemos actuar de muchas formas. De forma impetuosa, de forma anárquica, caótica, ordenada o meditada. Hoy me gustaría desarrollar tu liderazgo reflexivo, aquel que no entiende de impulsividad y que actua pensando en el largo plazo.
Dirigir no es tarea fácil, porque nos hace salir constantemente de la zona de confort ante nuevos retos, dificultades y urgencias. Las circunstancias actuales y lo rápido que cambia todo nos ponen a prueba cada día y tenemos que saber dar lo mejor de nosotros mismos en un entorno que nos pide inmediatez.
Un líder puede actuar de muchas formas ante la incertidumbre del día a día, pero mi recomendación siempre será la misma: no seamos líderes a impulsos, meditemos bien cada acción y pensemos en el largo plazo.
Hay líderes en todas las estructuras organizacionales que tienen la sensación de que están constantemente apagando fuegos. Cuando eso es así, es porque algo en la propia estructura no va bien: faltan recursos, las personas no están comprometidas, los procesos no están definidos ni claros o el líder no sabe ejercer bien su rol…
Además, suele ocurrir que estos líderes generan un clima enrarecido, ya que cuando se disparan emotivamente de vez en cuando, crean a su alrededor miedo, incertidumbre y bastante mal ambiente. El autocontrol y la reflexión son imperativos en el ejercicio de la dirección.
Pero si todo está en órden en una estructura organizativa, el liderazgo es un ejercicio meditado, tranquilo y largoplacista. El presente ya está siendo gestionado por las personas que se ocupan de él, pero ¿nos estamos ocupando del futuro? Cuando un líder no tiene tiempo de ocuparse del futuro está poniendo en peligro el proyecto.
Algunas empresas no están preparadas literalmente para gestionar el futuro porque sus líderes son bomberos apagafuegos, están todo el día gestionando las incidencias del presente. Suele ser así cuando las personas que están en el proyecto, más allá de los líderes, no se sienten empoderadas, no viven la empresa como suya o la organización es caótica.
Actuar de apagafuegos además, suele ser muy poco recompensado. A nivel personal sientes hastío y ganas de tirar la toalla, y a nivel organizacional pocas personas reconocen el trabajo del líder. Cuando una empresa, equipo o líder entra en este bucle, es difícil salir. Quizás los cambios comienzan por volver a transladar la responsabilidad al equipo, por hacer sentir de nuevo a las personas todo lo que hacen bien y todo lo que no hacen bien, por ser de nuevo claros y concretos sobre lo que se espera de cada una.
Además el líder tiene que permitir el error, y olvidarse un poco de corregir tan en el corto plazo para trabajar en el largo. No es tarea fácil, pero si quieres pensar en el presente y el futuro a la vez no podrás hacerlo.
Por último hay que reestructurar, cambiar métodos y procesos para que los fuegos no se produzcan o se apaguen sólos por las personas que tendrían que hacerlo. Por suerte hoy en día la tecnología nos ayuda mucho a ello.
Casi todos los dirigentes necesitan repensar sus estilos de liderazgo, estudiar de nuevo su forma de actuar al dirigir y no dejar que el presente ciegue su vista. De lo contrario tendrán que acercarse demasiado a ver las cosas que tienen delante y perderán la visión a largo plazo.
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