 Tan vertiginoso como polémico y sin estar exento de una exhibición de puntería. Así comenzó el segundo asalto de la final de Liga Endesa; más trascendental que el primer envite. El Real Madrid estaba obligado a vencer; el Baskonia afrontaba una ocasión propicia de encarrilar su abrazo al trofeo. Lástima de los horarios intempestivos; mandaba el Mundial, el otro esférico que rueda sobre el césped. En algo más de cinco minutos, en el marcador relucía un 17-21. Ataque y ataque. Canasta tras canasta en un desafío a muerte desde el perímetro (10 triples en el cuarto, más que canastas de dos): Vildoza, Campazzo, Taylor, Shengeila, Janning o Carroll, los protagonistas.
Los otros protagonistas fueron los árbitros (Hierrezuelo, Jiménez y Perea), cuyas decisiones encendieron al respetable, así como al Real Madrid. Nuevamente, sus decisiones eran más permisivas con las defensas vitorianas. El punto álgido llegó con una innecesaria técnica a Campazzo. Eso supuso el estirón del Baskonia: jugada de seis puntos (17-27). Y se mantuvo hasta tiempo después (22-32) hasta que Ayón y Thompkins templaron a un Real Madrid que, dicho sea, apretó en defensa, a pesar del poderío de Poirier (9 puntos). Un dolor de cabeza. Devolvieron, casi, los blancos el parcial antes de adentrarse en el siguiente cuarto (28-33).
Después de tanto desenfreno (los 61 puntos vistos son historia, nunca antes se habían conseguido en un primer cuarto), ambos equipos pactaron una tregua. Más elaboración que rápidos tiros, aunque manteniendo un constante intercambio de canastas. Y de errores, pues las defensas (hiperactivo Rudy) también subieron su actividad. Lo aprovechó mejor el Real Madrid. Se aupó en el marcador tras, curiosamente, un triple de Thompkins (41-40); el americano, por cierto, fue un martirio para la defensa vitoriana (11 puntos al descanso). Lo mismo que Janning (15 puntos). O un magnífico, en dirección y anotación, Vildoza.
Con defensa, al triunfo
Y así, en un suspiro, apareció el descanso. Fueron 20 minutos de un sobresaliente encuentro, acorde al escenario y talento de ambos conjuntos. De poder a poder; más ofensivo que defensivo. Pero con empate (52-52). Pero Laso seguía teniendo razón. El Real Madrid necesitaba de un mejor baloncesto colectivo, y con atención a la defensa. Si no se defiende es un síntoma negativo. Había una segunda oportunidad, otros 20 minutos para reengancharse a la serie. Ese debió ser el mensaje de Laso. O se defendía o se defendía. Y se defendió. En los seis minutos siguientes, el Baskonia sólo anotó 3 puntos. El parcial, demoledor: de un 52-52 a un 70-55.
Defensa aparte (intimidación de Tavares), el juego blanco aumentó sus revoluciones. Campazzo corrió y anotó; Doncic hizo magia; Rudy era todo garra; y Thompkins encendió la mecha de un equipo que vivió sus mejores minutos. El Baskonia era el reflejo de Shengelia, su estrella estaba desquiciada(Janning y Poirier, también ausentes) y sin anotar desde el triple del comienzo. El Real Madrid había encauzado el encuentro; le faltaba pegar el sello. Fue un tercer cuarto de los de antaño. De esos de un gran, gran Real Madrid. El Palacio vibraba. Era para recordar. Y el marcador era claro, contundente: 83-65 (la máxima ventaja fueron 21 puntos), con un abrumador parcial: 31-13. La defensa blanca, una maravilla.
Nada cambió en el cuarto final, el Real Madrid administró sus ventajas y sus tiempos hasta finiquitar su victoria, el triunfo que le permite igualar la serie antes de desplazarse a Vitoria, adonde llegará con la moral en máximos tras dibujar un espléndido encuentro de baloncesto, con una exhibición de poder defensivo y de anotación. El domingo, tercer encuentro, una oportunidad de acercarse al trofeo, y de ver cómo respiran ambos grupos tras la colosal exhibición del Real Madrid.
|