La mañana va desdibujando las sombras de lo que fue el amanecer; llegan sonidos de descarga, de corte limpio que embadurna el aire del dulzor de la resina.
El cielo es celeste contraste sobre un asfalto gris y desangelado, se oyen voces infantiles, juegos, risas y la voz autoritaria de un adulto riñendo; pasan coches, no hierve todavía la calzada y el sonido casi reconforta como Mahler lo hace al fondo, dentro de la casa.
Las plantas recién regadas emiten un brillo irisado, espumoso como una playa en septiembre y la calle queda sola un instante haciendo de modelo fugaz para una cámara a lo lejos.
Se respira paz, sosiego y verdad, se abre una persiana en el edificio, habrá sábanas añorando el frescor de primera hora.
De repente el silencio, el silencio llega, se filtra por todo el paisaje de mañana de verano, se adueña de todo como un fotógrafo al capturar el instante.
El silencio: poeta, fotógrafo, filtro que hace bello lo cotidiano.
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