A todos los que venimos de la noche, de esa noche fría de lo humano. a todos los que venimos de ella, a los que hemos tenido el gélido acero de su cañón en las sienes, a todos nosotros no nos atemoriza la visita de la dama blanca.
Sabremos ser firmes y valerosos, sabremos que cuando haya que marchar con ella, sin vista ya, lo habremos visto todo y habremos gozado de la vida a nuestros pies rendida.
Habremos amado porque sólo los solos sabemos hacerlo y habremos tenido a nuestro lado la compañía perfecta en nuestro igual que nos habrá enseñado a ser nosotros, a amar y a amarnos hasta el final.
Brindemos pues por el retorno a la noche, cuando llegue, bien lejano esté el momento, brindemos con el vino de los audaces, el amor, brindemos en nuestra compañía y en la suya, sepamos ser dignos herederos de los héroes que en los bosques oscuros del Romanticismo elevaron su canto de orates cuerdos a los dioses griegos, con silencio y sabiduría.
Sepamos, en ese momento del infiel beso a la muerte, que hemos vivido la mejor de las vidas en la mejor de las compañías.
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