El director de orquesta Pablo Heras-Casado aborda el mundo de la música clásica, pocas veces comprendido, pero fundamental en el ser humano. Y lo hace de manera natural, sin corsés ni prejuicios, porque no hace falta tener conocimientos musicales para entenderla; la música es lo que nos transmite, lo que nos haga sentir.
El autor intercala píldoras de su vida desde niño y de cómo va descubriendo la música, con sus conciertos más importantes por todo el mundo y las orquestas que ha dirigido, algunas de las mejores del mundo (sinfónicas de Chicago y San Francisco, Los Angeles Philharmonic, New York Philharmonic, Boston Symphony Orchestra, Staatskapelle Berlin, Münchner Philharmoniker, Symphonieorchester des Bayerischen Rundfunks, London Symphony Orchestra, Metropolitan Opera, etc).
Sus comienzos A finales de 1977 comienza la historia de Pablo Heras-Casado. Nacido en Granada pronto ve cómo debe abandonar su ciudad natal para seguir a su familia por España a causa del trabajo de su padre. Madrid y Barcelona son las capitales en las que vive antes de volver a sus raíces. Siempre fue un niño como cualquier otro, con sus amigos y sus trastadas, hasta que un día una de sus profesoras del colegio Juan XXIII, vio algo especial en él.
Habló con sus padres y le inscribieron en clases particulares de piano. Aquí comienza su vinculación con la música: Pablo tenía una sensibilidad que no tenían el resto de niños y pronto se enamoró de Chopin, lo primero que interpretó. Su primer piano fue un Yamaha de pared que costó trescientas mil pesetas de la época. Sus padres lo pagaron letra a letra, de la «y» a la «a», a lo largo de veinticuatro eternas mensualidades. Pablo disfrutaba tocándolo pero sabía y sentía que su verdadera vocación iba por otro lado, siempre del lado de la música. Ha pasado por el coro del colegio, y aún mantiene relación con el que fuera su profesor, Rafael García, quien a día de hoy acude a los conciertos que Pablo da en Granada. Fue él quien le inició en el repertorio de la música religiosa más popular.
Cuando se apuntó junto a su madre al coro de la Asociación Músico-Coral Federico García Lorca, se convirtió en el componente más joven de todos. A los quince años fue aceptado como miembro de la coral Ciudad de Granada, todo sin mantener las actividades de cualquier niño de su edad: montar en bici, quedar con sus amigos y una bolsa de pipas, salir de fiesta o subirse a su vespino y recorrer Granada. Con 17 años creó su primera coral con siete cantantes amateurs con los que a finales de 1994 fundó Capella Exaudi —que más tarde se llamaría La Cantoría—.
En su época de universitario se apuntó también a un grupo de teatro que realizaba todo tipo de intervenciones y performances callejeras. Dirigió varios conciertos en escenarios de lo más pintorescos, como la Casa de Porras del barrio del Albaicín, donde ofrecieron al público un banquete renacentista con textos hablados, música de cancionero y ensaladas de Mateo Flecha. Al poco fundó su propio ensemble de música contemporánea. Sonora, que así se llamaba, surgió de la necesidad de descubrir la música que corría en paralelo a las vanguardias artísticas que Pablo había estudiado en la facultad. Los pasos continúan Conforme pasaba el tiempo la vinculación de Pablo con la música iba en aumento y nada se le ponía por delante.
En su verano previo al comienzo de la universidad, se compró una tarjeta telefónica y se dedicó a llamar a los ayuntamientos de Andalucía ofreciendo conciertos de coros. Todos le preguntaban si se trataban de coros rocieros y si la música que proponía se podía bailar. Con veintiún años ganó una beca “Verano al Raso” en calidad de compositor gracias al multipremiado ballet La mitad de la verdad está en los ojos, que había escrito con José López Montes —su amigo Pepillo— y que se había estrenado en el teatro de La Alhambra unos meses atrás.
En esos años también participó en La ruleta de la Fortuna, que no se le dio nada mal. Todo lo ganado lo vendió para poder costearse un viaje a Viena y poder recibir un curso de dirección. Así, y poco a poco, empezó a darse cuenta que lo suyo era más dirigir que ser dirigido. Empezó colándose en los ensayos del Auditorio Manuel de Falla para aprender de los directores que pasaban por allí y acabó embarcándose en todo tipo de proyectos: desde dirigir una ópera electroacústica de un compositor malagueño, hasta irse de gira con su coro por las catedrales de Andalucía.
Después de obtener en 2001 el segundo premio del Concurso Nacional para Jóvenes Directores de Orquesta que convoca la Sinfónica del Principado de Asturias, le invitaron a dirigir la Orquesta Ciudad de Granada. Ya podemos descifrar que Pablo, ha sido y es, una persona a la que no se le pone nada por delante. Recuerda como un día se encontró por las calles de Granada con Juan de Udaeta, un director de gran talento que en ese momento estaba al mando de la Orquesta Joven de Andalucía (OJA). Le abordó sin reparo y le contó todos los logros que había obtenido hasta el momento. Ni corto ni perezoso le pidió asistir a los ensayos de la OJA y dos semanas después ponía rumbo al teatro Villamarta de Jerez. ¡Y con gastos pagados! Con el tiempo se fue haciendo un hueco dentro del equipo, le consultaban dudas, repasaban con él las partituras y pasó de estar escuchando sentando en la sexta fila del patio de butacas a que el propio Udaeta le invitara a dirigir un ensayo.
Entre 2003 y 2005 es director titular de la Coral Belles Arts de Sabadell, debutando asimismo al frente de la Orquestra de Girona. En 2004 Pablo se convierte en uno de los tres directores seleccionados por Daniel Barenboim para la orquesta Orquesta del Diván Este-Oeste. Fundó las Clases Magistrales de Dirección Coral en Murcia, que impartió junto con Harry Christophers, y cuya dirección artística asumió durante dos años. A principios de 2006 llega a París por primera vez, donde va a ocupar el puesto de director de asistente en la Ópera Nacional. Todo sin hablar ni una sola palabra de francés y con lo puesto - le perdieron la maleta durante el vuelo y estuvo días con la ropa con la que viajó-. Para el idioma se empapó de todo lo que le rodeaba, desde carteles, tiques de compra o las noticias del 20 Minutes que repartían en el metro. Pablo siempre ha sido un hombre muy atento a los detalles y su preparación pasó entre otros puntos en que asistió durante varios meses a los ensayos de las 3 producciones que preparaba la ópera para la temporada. Una vez terminada su andadura con Simon Boccanegra, colaboró en la producción de Cambreling con una ópera de Berg. De esta época en la capital francesa HerasCasado se llevó la sensación de, por fin, sentir que era uno más.
antos años de duro trabajo llevan a Pablo hasta el Teatro Real de Madrid en Septiembre de 2010. Pero, ¿cómo fue su estreno? ¿Realmente salió todo bien? Pablo cuenta en A prueba de orquesta cómo los segundos previos al estreno pudieron irse al traste ¡por una lentilla! El director notó como, cuando ya estaba frente al público, había perdido visión en su ojo derecho. Presa del pánico y frente a toda probabilidad, se agachó y palpó el suelo del teatro en busca de suerte y de su lentilla. La suerte llegó, la lentilla apareció y el único que se dio cuenta de estos pocos segundos previos al desastre fue su regidor.
El azar estuvo de su lado, no como le ocurriese en su momento a Giuseppe di Stefano, que una ausencia suya llevó al estrellato a Luciano Pavarotti o a Franco Corelli, que fue sustituido por el entonces desconocido Plácido Domingo. Fue precisamente Placido quien el primer día del año 2012 le ofreció a Pablo la oportunidad de trabajar a su lado y dirigir la versión discográfica de su nueva etapa como barítono. El disco logró el Grammy Latino al mejor disco de música clásica en 2013. Ese mismo año Pablo dirigió por primera vez la Orquesta Filarmónica de Múnich, la Orquesta del Mozarteum de Salzburgo y la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig. También debutó en el Metropolitan Opera House, con Rigoletto y a finales de año recibió el premio al Mejor director del Año, por la prestigiosa revista Musical America, y dirigió la Novena Sinfonía de Beethoven en los conciertos de Fin de Año y Año Nuevo con la Staatskapelle Berlin, por invitación expresa de Daniel Barenboim.
2014 es el año en el que Pablo se convierte en director de orquesta en el Metropolitan Opera con Carmen de Georges Bizet y meses después comienza a trabajar en la adaptación de Andrés Ibañez de una obra de García Lorca, con la música para ópera de Mauricio Sotelo, que fue interpretada en el Teatro Real. Un par de años más tarde le llega la oportunidad de dirigir el concierto por el ciento veinticinco aniversario del Carnegie Hall, por el que pasaron solistas como Emanuel Ax, Michael Feinstein, Renée Fleming, Lang Lang, Isabel Leonard, Yo-Yo Ma, Itzhak Perlman y James Taylor. Como en otras muchas ocasiones, Pablo estuvo acompañado de sus padres, quienes unos días antes le hicieron un pequeño regalo: un papel donde su profesora de preescolar, con tan solo 4 años, destacaba su talento especial para la música.
En A prueba de orquesta Pablo no solo comparte este recuerdo, sino que habla de cómo conoció a su mujer, la periodista Anne Igartiburu. Hace algo menos de 10 años, y en un día de festivo, a Anne le tocó ir a entrevistar a un joven director con una sorprendente carrera y mucho potencial. Aunque ella siempre se mantuvo firme y serena, cuenta Pablo que él se mostró más tímido de lo normal. Algo estaba pasando y él lo estaba sintiendo… Tras el concierto de la Orquesta Nacional de España, la periodista le confesó que las páginas del Concierto para violonchelo n.º1 en do mayor de Haydn que acababa de dirigir fueron el regalo de su padre en su primer cumpleaños. Ahí, empezó todo. Actualmente están casados y tienen un hijo de 2 años: Nicolás. En estos últimos años Pablo no ha parado: ha debutado con la Filarmonica de Viena en el Festival de Mozart y ha dirigido nueve conciertos en Tierra Santa con la Filarmónica de Israel, entre otras.
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