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Los cobardes de la madrugada

Ciudadanos, un partido contra la convivencia
Rafa Esteve-Casanova
viernes, 31 de agosto de 2018, 09:05 h (CET)

Una partida de matones y cobardes vestidos de blanco y con el rostro tapado aparecieron, debidamente organizados y en plena madrugada, en diversas ciudades de Catalunya armados con cúters, palos y escaleras para retirar los lazos amarillos que los ciudadanos, pacíficamente, sin cobardía y con la cara descubierta, habían colocado en la vía pública en recuerdo de los presos políticos y exiliados que desde hace meses están en prisión preventiva acusados de unos delitos que nunca cometieron.


Detrás de estos macarras de baja estofa, algunos de ellos delincuentes condenados, como Raúl Maciá, que ha vuelto a la cárcel por romper el tercer grado penitenciario al agredir a siete personas en Manresa mientras arrancaba lazos amarillos y una bandera estelada. Este delincuente, condenado, entre otras cosas, por tráfico de drogas, hace pocos días fue presentado en el programa matinal de Tele 5 como un español ejemplar y es un fiel seguidor de las consignas de Albert Rivera e Inés Arrimadas. Y así es cómo una gran parte de la prensa española explica tergiversadamente la política barriobajera de Ciudadanos en Catalunya.


Cada 11 de Setiembre salen a la calle centenares de miles de catalanes, nunca ha habido el más mínimo incidente y las calles han quedado impolutas, ni un papel en el suelo. Este verano Ciudadanos ha convocado más de una manifestación en Barcelona, y en todas ellas ha habido agresiones e insultos, y en todas han sido bien venidos y bien recibidos por Ciudadanos los grupos de extrema derecha con los que han ido cogidos del brazo junto con el PSC y el PP, Borrell, Vargas Llosa y Manuel Valls.


La última hazaña de estas partidas de la porra tuvo lugar el pasado miércoles en el parque de la Ciutadella donde habían convocado una concentración en contra de la violencia, y en protesta por una agresión que, presuntamente, tuvo lugar el sábado a una ciudadana cuyos hijos estaban arrancando lazos amarillos. La casualidad hizo que esta ciudadana esté casada con un militante de Ciudadanos, para el partido de Albert Rivera ha sido la mecha que estaban esperando para acusar al independentismo de ejercer la violencia. Pero la jugada les salió mal, no llegaron a reunir ni mil personas en la concentración, eran pocos pero aguerridos, adoctrinados y llenos de odio. Y canalizaron su odio contra un cámara de  Tele Madrid que estaba haciendo su trabajo, es tan grande su odio que pensaron que el periodista era de TV3 y al grito de “fuera TV3” lo agredieron, una de las agresoras es una habitual en todos estos saraos violentos que habitualmente monta Ciudadanos.


Ciudadanos fue un partido creado por un grupo de semiintelectuales catalanes con el fin de frenar la inmersión lingüística, unos por defender el castellano, como Félix de Azua, otros por despecho y para ganar subvenciones en Madrid, como Albert Boadella, y otros simplemente por odio, como Arcadi Espada. Esto pasaba en Junio de hace doce años, al principio la incidencia de Ciudadanos era poca, su supuesta ideología ha ido dando bandazos, y con la ayuda de algunas empresas, algunos bancos y el IBEX-35 han multiplicado votos y escaños. Y en Cataluña han crecido a costa del PSC y el PP, pero pese a haber sido el partido más votado en las elecciones la verdad es que el voto independentista está bastante por encima del obtenido por Inés Arrimadas, la nueva “Emperatriz del Paralelo”, que quiere ser un émulo de aquel Alejandro Lerroux de tiempos de la II República española.


A muchos valencianos lo que ahora está haciendo Ciudadanos en Catalunya nos suena a “dejà vu”, algo muy parecido vivimos en el País Valencià en los llamados años de la “batalla de València”. El partido que allá se creó fue Unión Valenciana, un partido del que Ciudadanos parece haber tomado la forma de actuar: pocas inquietudes intelectuales, deficiente formación de sus bases y votantes, explotación del sentimiento más que de la razón. Y, violencia, Unión Valenciana tenía el “GAV” y las llamadas “tías marías”, grupos de choque que se dedicaban a arrancar banderas cuatribarradas para conseguir que la senyera de la ciudad de València fuera la de todo el país, grupos que atacaban físicamente y verbalmente a quienes no opinaban como ellos. La cabecilla de estas fuerzas de choque era conocida como “La Rebentaplenaris”, por sus constantes apariciones públicas intentando imponer por la fuerza las tesis de Unión Valenciana, las tesis de lo que llamábamos “el blaverisme”. Pero la cabecilla intelectual fue una periodista, Maria Consuelo Reyna, y un periódico, Las Provincias, cada mañana, desde su columna, Maria Consuelo Reina lanzaba las consignas, como también lo hacía otro periodista, Baltasar Bueno, desde una sección, “El cabinista”, que durante años sirvió para que anónimamente los seguidores de la derecha más reaccionaria que ha tenido València, se dedicaran a extender denuncias falsas contra las autoridades. El resultado fue que el PSOE no supo plantar cara, fue renunciando a muchas de las cosas que ellos y una parte importante de la ciudadanía habían defendido. Claudicaron con la bandera e impusieron para todo el país la de la ciudad de València, claudicaron con el himno e instauraron como himno las notas zarzueleras del maestro Serrano que comienzan diciendo “para ofrendar nuevas glorias a España”, una genuflexión vergonzante de los valencianos ante el poder de Madrid y los ataques indecentes de un medio de comunicación, Unión Valenciana, el GAV y las “tías marías”. Y el PSOE perdió una sabana en cada colada, hasta perderlas todas y dejar el País Valencià y las grandes ciudades durante más de veinte años en manos del PP, que supo merendarse a Unión Valenciana ofreciendo puestos y prebendas a algunos de sus líderes. Conozco bien aquella época, la viví plenamente, yo escribía en catalán, o en valenciano, como quieran llamarle, en Las Provincias, recibí anónimos amenazantes y el periódico dejó de publicar mis artículos, naturalmente no cuadraban con la línea que Maria Consuelo Reina había elegido para su periódico.


Y ahora, viendo las últimas hazañas de Ciudadanos, pienso que hay muchas similitudes entre aquella “batalla de València” y la actuación de Ciudadanos ante los lazos amarillos. Son un partido españolista como lo era Unión Valenciana, tienen unas fuerzas de choque, entre las que no es difícil encontrar algún agente del orden camuflado haciendo horas extras nocturnas arrancando lazos, sus parlamentarios, lo he visto en el Parlament, no cantan “Els Segadors”, me da la sensación que lo desprecian cuando suena en el hemiciclo o en algún acto oficial, no tienen un medio como Unión Valenciana tenía a Las Provincias, pero la madrileña “Brunete Mediática”, y El Periódico, junto con las televisiones de Antena 3 y Tele 5, están ansiosos por cumplir sus deseos y ocultar todo lo que puede ser negativo, como las agresiones y las amistades peligrosas que Ciudadanos mantiene con grupúsculos fascista, no olvidemos que Falange pidió el voto para Inés Arrimadas y Albert Rivera. Por no hablar de fiscales, jueces, guardia civil y policía española, que también les allanan el camino.


La diferencia con el País Valencià es que aquí hay más de dos millones de ciudadanos que el 1-O votaron la separación de España, y que no están dispuestos a que nadie les arrebate lo conseguido. Los objetivos de Ciudadanos en estos momentos son intervenir TV3 y acabar con la inmersión lingüística en las escuelas. Quieren que el Gobierno de España vuelva a aplicar el 155, y están dando patadas en el culo de Pedro Sánchez sirviéndose de Catalunya. La violencia de sus cobardes matones de madrugada no les servirá de nada, en Catalunya queda gente inteligente que, sin ser independentista, volverá a votar PSC, son gentes, unionistas que no quieren dejar de ser españoles, que saben que la violencia y las mentiras de Ciudadanos no les ayudarán a vivir mejor. El grupo de Inés Arrimadas no ha presentado ninguna ley social ni en la legislatura anterior ni en esta, al contrario, aplaude cada vez que el Tribunal Constitucional detiene la aplicación de leyes sociales. Son negativos, es su manera de ser y de crecer, pero está llegando el momento de que los votantes les comiencen a abandonar.


Ellos, mientras, se dedicaran a arrancar lazos amarillos porque están a favor de que algunos de sus compañeros de legislaturas estén en prisión con unas interlocutorias, las del juez LLarena, que no se sostienen jurídicamente. Ellos, mientras, incitaran al odio a lo catalán y a arrancar lazos amarillos. No sirven para otra cosa.


Y, como decía el escritor Josep Pla, “i tot això qui ho paga?”, estaría bien saber quién paga los disfraces de las pandillas de cobardes matones de madrugada, los cuters, y hasta la gasolina de los coches. 

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No es fácil escribir ni reflexionar sobre abstracciones en días de zozobra y perplejidad. Pero, asimismo, no está de más buscar un cierto distanciamiento de los acontecimientos, para no entrar al trapo de las idas y venidas en la opinión, muy dependientes de valoraciones subjetivas basadas en el desconocimiento o en datos sin contrastar.

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