En la década de los setenta, el trabajo de muchas organizaciones en el Tercer Mundo reflejó la necesidad de ir más allá de la mera intervención humanitaria para desarrollar soluciones económicas de autoempleo y autogestión que permitiesen a los habitantes de las naciones más pobres crear unas fuentes de ingresos que fuesen autónomas y estables a lo largo del tiempo.
El apoyo a pequeñas actividades de tipo empresarial trajo aparejado un nuevo problema que resultaba desconocido hasta la fecha, los ciudadanos de los países más desfavorecidos tenían casi imposible el acceso a la financiación para sus proyectos y esto lastraba totalmente sus posibilidades de desarrollo.
Es por esto que durante esos años surgió en Bangladesh, de la mano del profesor Muhammad Yunus, el concepto de los microcréditos. Idea que 40 años después sigue siendo una herramienta muy útil para mejorar drásticamente las condiciones de vida de millones de personas.
Este proyecto de microfinanciación comenzó financiándolo Yunus con su propio dinero, dinero que puso a disposición de un grupo de mujeres sin que tuvieran que pagar por él unos intereses abusivos que les situasen en una situación aún más complicada que la de partida. Cabe recordar que la mujer es en los países del Tercer Mundo se encuentra, junto con los niños, en una situación de extrema vulnerabilidad.
El profesor Yunos descubrió que con tan solo un préstamo de 27 dólares por protecto, de pronto mejoraba radicalmente la situación de esas mujeres y con ello la de todas sus familias.
Tras esta experiencia y con el paso de los años los microcréditos se han convertido en un elemento de una relevancia fundamental en la mejora de la situación socioeconómica de uno de los colectivos más desfavorecido entre los desfavorecidos: Las mujeres.
Estos préstamos se realizan a personas que desean iniciar un proyecto empresarial y en ningún caso se realizan a fondo perdido, los prestatarios hacen partícipe al prestamista de la marcha del negocio y este va recuperando su inversión en los plazos establecidos para ello que normalmente son plazos muy cortos y con unos periodos de reposición muy pequeños.
A día de hoy, este tipo de financiación es ofrecida por numerosas entidades, algunas con ánimo de lucro y otras sin él pero hay un caso que es especialmente interesante de analizar, los microcréditos concedidos por particulares. A raíz de la implantación de los microcréditos como forma de financiación para la cohesión económica y social entre países, han surgido plataformas que van un paso más allá buscando que sean los particulares interesados en hacerlo los que proporcionen fondos a los proyectos empresariales que sean de su interés.
Una de estas plataformas, Kiva, ha intermediado para que 1.2 billones dólares de particulares del primer mundo hayan financiado proyectos en 81 países.
Lo sorprendente es que el importe de cada microcrédito es solo de 25 dólares por lo que un cálculo rápido nos indica la cantidad de transacciones que están realizando al cabo de cada año.
A través de esta plataforma, los prestamistas, pueden escoger el proyecto que les resulte más interesante o con el que se sientan más identificados y una vez que hayan realizado el préstamo de 25 dólares, recibirán información periódica del desarrollo de la acción empresarial e irán recuperando su inversión.
Para más información pueden consultar su web: kiva.org
Los microcréditos han resultado ser unas herramientas sencilla pero muy poderosas que hacen real ese antiguo proverbio que dice que si le das a una persona un pescado y comerá una vez pero que si le das una caña y le enseñas a pescar, comerá cada día.
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