El Real Madrid interpreta a la perfección el significado de la Copa del Rey. Este torneo de baloncesto es sinónimo de espectáculo. Y ver desplegar todo el arsenal del Real Madrid es otro ejercicio de espectáculo mayúsculo. El conjunto de Pablo Laso avasalló al Estudiantes. El derbi de Madrid careció de argumento. El Real Madrid expuso su repertorio anotador de comienzo y prosiguió con una clase de defensa. Y todo ello aderezado con el habitual ritmo veloz y de garra y concentración máxima. No necesitó más que dos cuartos para adentrarse en unas semifinales en donde se cruzará con el Joventut, grupo que firmó la victoria sorpresa al imponerse, con un imperial Laprovittola (con 50 de valoración estableció un récord histórico) al Baskonia.
Si el Real Madrid conjuga con éxito su ataque certero y una intensa defensa, cualquier adversario queda huérfano de cualquier opción de sorpresa. Bien lo saben muchos equipos. No por sabido es sencillo de regatear este axioma. No hay necesidad de explicar ni encontrar causas secundarias. El poderío del Real Madrid es inalcanzable. Cuando están perfectos no hay debate posible. Ganan en todos los aspectos. No se puede echar un pulso ni en puntos ni en intensidad defensiva. Ni siquiera encomendarse a remedios alternativos. Estudiantes se marchó a los vestuarios con 16 puntos de desventaja (50-34). Ni encontró remedio para detener el acierto del Real Madrid durante el primer cuarto (con porcentajes superiores al 90% durante los primeros 8 minutos) ni tampoco el cuadro colegial encontró cómo superar la defensa del Madrid.
De máxima en máxima renta
Porque si Ayón (8 puntos) y Carroll (6 puntos) fueron torturando en puntos (con la dirección de Campazzo y su recital de asistencias), los Tavares, Deck (bravo también en puntos) y Taylor ahogaron al Estudiantes en los siguientes diez minutos. El cuadro colegial sólo fue capaz de sumar 7 puntos en 10 minutos. Digamos que el ataque blanco preparó el terreno a la defensa y el Real Madrid enmudeció los gritos de resistencia del Estudiantes. El 26-16 (máxima del primer cuarto) quedó en nada cuando la defensa actúo. Y encima, Rudy Fernández tomó el relevo anotador desde el perímetro. El parcial fue abrumador: 21-7. El Real Madrid era un espectáculo. Lo que requiere un torneo como la Copa del Rey.
A Estudiantes le quedaban dos opciones: otros 20 minutos para rehacerse tras reflexionar en vestuarios y pensar en que el Real Madrid no apretara el acelerador con tanta fuerza. Fueron ilusiones, al fin y al cabo. Los blancos buscaron romper cualquier intento de remontada. Ni siquiera dejó a Estudiantes soñar. Campazzo empezó a correr y dibujar asistencias de dibujos animados para regocijo del público y de Ayón (otros 4 puntos más). Y Carroll y Randolph, a lo suyo, es decir a meter triples. Lo que viene a ser otra máxima: 66-41 en poco menos de 6 minutos. Y así a más para desesperación colegial, ya impotentes ante el vendaval blanco y de Deck (con 16 puntos por entonces), en uno de sus mejores encuentros, no sólo en defensa, también en ataque.
El cuarto final fue otro simple entrenamiento de cara a semifinales. Este tiempo arrancó con otra máxima, lógicamente. Estudiantes hacía aguas: 73-48. Lo que viene a ser 25 puntos de desventaja. Quedaba salvar la honra en su regreso a la Copa del Rey después de seis temporadas. Y entonces apareció el triple estilo Llull. Era un Madrid perfecto (78-51), el equipo con mejor presentación de cuantos han vencido en estos cuartos de Copa del Rey. Porque no crean que bajó el pistón. Ganando de 30 puntos (91-61), luchaban por todos los balones. Y otra máxima. Y todos los jugadores se marcharon con puntos en su casillero. El primer paso del Real Madrid hacia el título está dado, mañana toca el Joventut. Otro duelo con sabor.
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