En los últimos días se ha vuelto a abrir un debate que llevaba dos décadas sin salir a la palestra de la actualidad del Valencia Club de Fútbol. Algunos dirán que no se trata sólo de un debate, es algo más. Es una herida abierta que el valencianismo, tras 23 años, no ha logrado cicatrizar: la marcha de Pedja Mijatovic al eterno rival, al Real Madrid. Todo esto viene a raíz de que se anunciara su presencia en los actos del centenario que el club celebrará en las próximas semanas, en los cuales tendrá lugar un partido de leyendas valencianistas contra viejas glorias de la Selección española en Mestalla.
Cuando un joven de Podgorica (Montenegro) que la estaba rompiendo en el Partizán de Belgrado llegó en el verano de 1993 a Valencia, nadie en España le conocía. Una anécdota que lo refleja a la perfección es que en la rueda de prensa de su presentación, le preguntaron incluso su posición en el campo. Él se quedó estupefacto, ya que en Serbia era una auténtica estrella mediática a pesar de su juventud. Desde el primer amistoso, Mijatovic dio muestras de que el Valencia había fichado a un jugador que podía marcar una época en el club: lucha, gol, técnica, velocidad, sacrificio por el equipo... no se veía nada igual en la capital del Turia desde Mario Alberto Kempes. Palabras mayores. Un joven que, pese a que no conocía al club ni a su afición, se metió a toda la ciudad en el bolsillo en un abrir y cerrar de ojos con recitales partido sí, partido también. Hizo disfrutar de lo lindo a una generación a la que más tarde le rompería el corazón.
Lo que no se le puede discutir al montenegrino es su sacrificio y respeto por el club desde el primer hasta el último día. Lo dio todo por el escudo, algo que otros jugadores no hicieron pero aún así gozan de la estima del graderío de Mestalla. El ejemplo más reciente, el de Joaquín. El fichaje más caro de la historia del club hasta aquel momento (25 millones de euros), no rindió como se esperaba y en muchos partidos dio muestras de una falta de actitud evidente. Se fue al Málaga forzando al club para que le dejara salir por la paupérrima cifra de 2,5 millones de euros. Siempre que juega en Valencia se lleva una incomprensible ovación por parte de gran parte de las vetustas gradas de Mestalla.
Mijatovic se fue de malas maneras. Eso es obvio. Además, hizo más daño aún porque se marchó al eterno rival, que pagó la millonada de 1.200 millones de pesetas que figuraban en su claúsula de rescisión. Quiero recalcar lo de "eterno rival". Muchos medios han utilizado el fichaje de Mijatovic por parte del Madrid para explicar la mala relación que existe entre ambas aficiones. Eso es completamente falso. Si no, que le pregunten a jugadores como Claramunt, Roberto Gil o Ricardo Arias, que saben de primera mano lo que era jugar en la capital en los años 60, 70 u 80 recibiendo constantes insultos y descalificaciones por el mero hecho de ser valencianos. La enemistad siempre ha existido y se acrecentó tras su fichaje. Desde entonces, el valencianismo no ha sabido perdonar a Mijatovic por la traición, y creo firmemente que los actos conmemorativos del centenario pueden ser una piedra angular para una hipotética reconciliación entre el exjugador y la afición. Y es que si él ha pedido perdón por las formas en las que se marchó, ¿por qué no podemos de una vez por todas perdonarle?
La gabarra "Athletic" está feliz, puesto que por fin verá finalizada su inactividad de tanto tiempo. Todo ello porque los bilbaínos pusieron fin a su maldición de cuarenta años sin ser campeones de la Copa del Rey, con seis finales perdidas, cinco en los últimos 15 años. El equipo de Valverde debió esperar a la tanda de penaltis para vencer a un combativo Mallorca y alcanzar la gloria, pero esta Copa, "su" Copa más deseada, por fin podrá lucirla ante su gente por la ría de Bilbao.
Una Copa para el Madrid, la 20ª de su historia; una Copa para Rodrygo Goes, MVP y autor de los dos goles que vuelven a dar el título copero a los blancos, nueve años después de aquel recordado triunfo en Mestalla frente al Barça. Y, a la vez, un subcampeonato, el segundo de su historia, con honores de campeón para Osasuna.
El Real Betis Balompié es el campeón de la Copa del Rey. El equipo verdiblanco, en su ciudad, delante de su gente que lo sigue sin rechistar, ha salido victorioso por tercera vez después de una nueva final épica, como todas las que disputa, y en la que un rival tan sumamente digno como el Valencia y que ha merecido la Copa tanto como él solo ha claudicado en la cruel tanda de penaltis.