Este miércoles y como cada 27 de marzo, se celebra el Día Mundial del Teatro, una cita que busca difundir este arte en todas sus formas alrededor del planeta, concienciar sobre el valor de las artes escénicas, promover el trabajo de los profesionales del sector, y animar a los espectadores a disfrutar de esta disciplina que no pasa sus mejores tiempos.
De hecho, y según los datos que maneja el comparador Acierto, una de las grandes dificultades a las que se enfrenta es la pérdida continuada de aficionados; un problema que viene experimentándose desde 2008. La situación se agravó en 2012 -cuando España perdió el doble de espectadores en un año- pero empezó a cambiar de nuevo en 2015.
Desde entonces ha sufrido varias oscilaciones y parece que va en aumento. Lo curioso del caso es que si bien la cantidad de fans se mantiene estable o desciende, el número de representaciones sí crece (alrededor del 3%).
Un punto en el que las subvenciones de la administración han tenido mucho que ver (a pesar de la falta de promoción general de iniciativas culturales). No obstante, esta pérdida de interés por el teatro -el motivo por el que el que 4 de cada 10 encuestados asegura no ir- se ha dado en menor medida en las grandes urbes. Además y para tratar de evitar la fuga, son cada vez más los teatros que lanzan de descuentos anuales y que permiten a sus abonados acudir a distintas representaciones (incluso en distintos espacios) y similares. En cualquier caso, hacerlo supone reducir en cierta medida los beneficios, otro hándicap más. Sí, porque montar un espectáculo no es fácil.
Montar un espectáculo: la seguridad, clave Efectivamente: más allá de los actores, en el teatro es necesario configurar un marco de seguridad. Porque, ¿qué pasaría si uno de los participantes tiene un accidente durante el espectáculo o entre bambalinas? ¿Y si el telón cae sobre los espectadores? ¿Si el escenario se hunde en medio del primer acto? ¿Si el protagonista de la obra sufre una intoxicación alimentaria? ¿Si la función se suspende?
Para ahorrarse disgustos, es preciso contar con un seguro de responsabilidad civil que permita continuar con todos los procesos de producción, realización y demás en caso de imprevisto. Estamos hablando de un seguro que cubra cualquier daño o percance que sufra un tercero. Y aquí se incluyen desde los contratiempos referidos hasta una huelga de tramoyistas o la incomparecencia de uno de los actores.
Contratarlo es algo obligatorio, independientemente de si la función o la actividad es permanente, de temporada, eventual, se lleva a cabo en una zona cerrada o abierta, etcétera. Contempla daños corporales, materiales y patrimoniales. O sea, la mayoría se responsabilizan de los accidentes laborales de los empleados de la compañía, los daños en la maquinaria, escenario y escenografía, los gastos de defensa jurídica y demás. Incluso puede contratarse un seguro de responsabilidad civil temporal para un día y lugar concreto.
También hay seguros específicos de cancelación, que principalmente protegen los intereses económicos del promotor del espectáculo. Lo que garantiza esta póliza es el pago de los gastos y costes fijos que ha desembolsado el asegurado y que no pudiera recuperar si el acto se cancela, aplaza o se interrumpe temporalmente. Suele incluir la cancelación por fenómenos atmosféricos, incomparecencia, y otros.
Un seguro para el espectador Pero el dueño del teatro y/o el organizador no es el único que desea protegerse, sino que el espectador también quiere hacerlo. Nos estamos refiriendo a cuestiones como que no puedan acudir a la función. En estas ocasiones lo ideal es contar con un seguro de no asistencia que, en caso de percance, te permitirá recuperar el dinero. Eso sí, revisa las condiciones de lo que contratas o acabarás regalando las entradas a tus amigos.
Y una curiosidad más: AXA y PlusUltra, por ejemplo, también cuentan con un seguro de accidentes individual que cubre los accidentes laborales de quienes ejerzan profesionalmente de espectadores.
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