Pablo Fraga o Manuel Casado, coloquialmente conocido como Pablo Casado, líder del PP, aceptó ser el “líder de la leal oposición de Su Majestad”, como acuñara a principios de los ochenta Manuel Fraga. En otras palabras, firmó su pleitesía a Pedro Sánchez. Sin embargo, como resultaría escandaloso permitir que los más de cuatro millones de españoles que votaron al partido azul permitieran la investidura Sánchez, vulgarmente conocido como el Doctor Falcon, Manuel Casado/Pablo Fraga propone, insta, sugiere —acompañen esta ristra con todos los sinónimos que estimen— que Ciudadanos permita la investidura del Doctor Falcon. No obstante, lo que olvida Pablo Fraga/Manuel Casado es que, aunque el centro y la derecha sumen los mismos diputados que sumara la candidatura de Rajoy en el 2015, casi la mitad de éstos, 57, son naranjas y pertenecen a otro partido. Olvida Manuel Casado/Pablo Fraga que él solo rige los destinos de un partido político con 66 heraldos en la Carrera de San Jerónimo. Se han unido no pocas voces, muchas del ámbito financiero, que solicitan una coalición entre el PSOE y Ciudadanos. Es una petición lógica entre quienes no conciben que el gobierno de España esté en manos de quienes quieren romperla y quienes quieren expoliar con impuestos a la clase media y trabajadora.
Estoy seguro de que hay muchos electores que apoyan esta propuesta, tal vez como mal menor o como bien mayor. Empero, lo que tiene que recordar Manuel Casado/Pablo Fraga es que Ciudadanos es Ciudadanos y no una sucursal del PP. Asimismo, lo que tienen que recordar esas voces que tachan a Ciudadanos de irresponsables por no negociar con el Doctor Falcon es que tienen que dejar que Ciudadanos sea Ciudadanos. De hecho, ¿no nos quejamos de que los políticos no cumplen sus promesas? Pues ahora la moda es quejarse de que Ciudadanos sí cumple sus promesas: que no investirían a Sánchez; que no y que no.
Es cierto, y no soy ingenuo, que la política es un vodevil. Este vodevil está a expensas de lo que ocurra en unas semanas, con las elecciones municipales, autonómicas en la mayor parte del Estado y europeas. Es cierto que, quizás, lo que necesite España es un pacto entre el PSOE y Ciudadanos para ganar el centro. Y también es posible que haya una mayor parte de los votantes que no perdonen que España se ponga a merced de las huestes de ÉL —el que vuELve, el que abandonó Vallecas pero que no, que fue por la clase obrera y que viva la lucha de la clase obrera y qué golpetazo que hemos perdido casi la mitad de diputados—, del Le Pen de Blanes, del correveidile de la burguesía catalana —ERC ganó en Sant Gervasi, así que prepárense para la Revolución proletaria—, los ordeñadores jetzales del Estado o del sanedrín vasco que considera ser hombre de paz a ser secuestrador. No son estas hipótesis las que vertebran mi denuncia. Los argumentos son buenos; y, ¿por qué Pablo Fraga/Manuel Casado no los esgrime como propios, en vez de dar instrucciones a Ciudadanos sobre en qué dirección debe o no votar? Habrá quienes entiendan en el centro y la derecha que es mejor tener a alguien que lucha por el mal menor, aunque se desdiga de sus promesas electorales y ya no pueda decir eso de “soy el único que no he pactado con Sánchez”.
Palabras huecas todo lo que ocurra. El final de esta temporada se empezará a vislumbrar después del partido de vuelta, el 26 de mayo
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