El concepto de patria será uno de los más empleados en las controversias sociales. Eso sí, ensalzado por patrioteros que lo desvirtúan. Porque no es lo mismo facilidad de palabra que la coherencia. Si al menos fueran limpias las miradas anhelantes, la franqueza dibujaría mejores relaciones. Eduardo Chillida planteó con agudeza: ¿No será el horizonte la patria de todos los hombres? Vaya el femenino de patria por el masculino genérico. Veamos, veamos, los VERICUETOS, sin despreciar los que todavía son intangibles. Emergen las múltiples posibilidades prestas al desarrollo de las mejores cualidades. El exceso de formalismos es inaudito en pleno movimiento de incontrolables destellos vitales sin cerrazones.
Ya sabemos del sabor acuciante de las sombras, disponemos de una variedad asombrosa, de incógnitas curiosas y rígidos potenciales. Nos adherimos a ellas con mentalidades pringosas; apenas avizoramos visones distintas. ¡De pronto, tropezamos con la mirada anhelante de un niño! Confiada, con un brillo especial, como la NITIDEZ impoluta del amanecer. Sin asomos de las miradas foscas de los embrutecidos por quién sabe qué experiencias. La pulsión creciente de los brotes incipientes no tiene rival equivalente en las experiencias existenciales, discurre por mundos todavía libres de las presencias tempestuosas. Sumención escueta debiera ser suficiente para evadirnos de los espacios amurallados.
Solemos dibujar a la ESFINGE de un país, incluso a los ciudadanos, como figuras hieráticas sin aristas diversificadoras; dependientes en exclusiva de datos cuantificados por entes de escasa transparencia en sus procederes. Es verdad, disponemos de la concreción de los sentidos y de la razón, su alcance es enorme. Sin embargo, la mayor parte de las circunstancias influyentes escapan a sus registros. Las personas, los colectivos, escapan a las precisiones manejadas por la madeja de conexiones. El ansia dominadora de las fijaciones no los elimina; quedando como factor deformante de la realidad. Los elementos advenedizos oportunistas pretenden ser independientes.
En una comarca determinada los elementos influyentes discurren por derroteros inverosímiles. Las manifestaciones perceptibles muestran unos cuantos. Solemos ignorar a los subyacentes. Parafraseando el relato corto de G.A. Bécquer “La voz del silencio”, en el asunto de las patrias alardean las estruendosas declaraciones. Sin embargo, la escucha de los SILENCIOS aporta claridades importantes. Y no surgen de ocultas dependencias alejadas, cercadas de verjas u obstáculos. Están en el fondo latente de los corazones sufrientes y olvidados. También, también, en las intimidades de los falsarios. El uso de los silencios es una de las claves del movimiento social, como ocurre con la estructura musical.
Entre los turbios ambientes cobra progresiva prestancia la fábula del dragón de N. Bostron. Dicha figura exigía cada año el sacrificio de un cierto número de individuos en su honor. Al fin desesperan sus súbditos. Los ciudadanos se rebelan con todas sus consecuencias, echan mano de sus mejores conocimientos y consiguen destruir al dragón con un arma poderosa. Lo habían logrado, eran los VENCEDORES del monstruo. Las supuestas mejoras alcanzadas con tanto esfuerzo quedaban en entredicho ante la multiplicación de nuevos monstruos surgidos desde la muchedumbre. Nos gusta hablar de eliminación de Dios, monstruos y opresores; mientras los recreamos con una facilidad alarmante.
Cuando asociamos los espacios a las actuaciones en sus ámbitos, agrandamos las esferas de la confusión. Los espacios varian por su extensión, luminosidad, magnetismo, geografía, acompañantes incluidos o su persistencia en el tiempo. Pero sus influencias no son ejecutivas personales, serán acogidas por las presencias humanas, las verdaderas protagonistas con cierta capacidad decisoria. En un ambiente determinado la ATRIBUCIONES fundamentales vienen definidas por las personas, con anonimatos, perversiones, aportaciones cualificadas, franqueza u omisiones. La comprensión propia afincada en el conjunto exige actitudes dispares integradoras.
F. Aramburu recogió en su libro Patria algunas deformaciones graves en torno a las ideas patrióticas. Manifiesta el incremento insospechado de un lastre pernicioso que una vez adherido a la convivencia es de difícil eliminación. Sobre todo invita a la LARIFICACIÓN de los conceptos, sin la cual no será posible el entendimiento. Qué clase de patria establecemos si despojamos a los individuos de su condición de personas; porque lo de unos sí y otros no, es ridículo. El sentido religioso no es el rebaño silencioso detrás de sotanas repugnantes. Los matices de la peor complicidad sacuden a las familias hasta extremos nauseabundos. Nos vemos obligados al tránsito por ambientes muy contaminados.
Las casualidades apenas reflejan un desconocimiento de los mecanismos generadores de los fenómenos. La complejidad favorece estas impresiones azarosas. Mientras, los funcionamientos ESTRUCTURALES desarrollan sus potenciales contra la espontaneidad. Como ocurre con los rasgos genéticos de evidente poderío inicial como estructura básica. Después sobreviene la epigenética modificadora debida a las condiciones ambientales o conductas personales (Alimentación, trabajo, costumbres). Condiciones genéticas o actividades sociales modifican sus estructuras por los comportamientos reiterados. Superando la actualidad generan secuelas de cara a quienes nos sucedan.
Los obstáculos naturales representan una fuerza mayor tolerable, nos constituyen en forma de reto vital estimulante para el progreso. Algo así ocurre con las deficiencias y desigualdades de los individuos. Con esa incertidumbre vamos en busca de la convivencia. Una vez ubicados, en cada territorio surgen los poderosos enemigos de la espontaneidad, los EMPODERAMIENTOS forzados de unas personas sobre otras. Apenas encontramos alguna justificación comedida, la mayoría propenden a la exageración intolerable, aunque sean asumidas por ciertas actitudes colectivas. La patria sirve con excesiva frecuencia de vehículo favorecedor de dichos abusos a través de estructuras engañosas.
Somos personajes incompletos basados en un devenir progresivo en busca de una intuida vida confortable. Tampoco discutiremos la necesidad de una colaboración entre los participantes, que somos todos. Bajo la supuesta inteligencia, aún resulta menos comprensible esa tendencia predominante a las INCOHERENCIAS, con enfrentamientos y discordias. No logramos el equilibrio necesario entre las ineludibles contradicciones; afrontamos los asuntos con variadas manera sin la armonía requerida para desfacer los entuertos cotidianos; al contrario, los acentuamos. La dignidad, la investigación y las responsabilidades son indicadores fiables de las exigencias, sabiendo que la tenacidad en los buenos empeños nunca será suficiente.
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