Dicen que la autoridad olvida al rey que agoniza, así como la historia a gusto del trono se deshace de toda memoria dañina. Hace ochenta y cuatro años, un día como hoy, domingo ocho de septiembre de 1935, más de sesenta balazos en el reducido espacio de un corredor de paredes cubiertas con mármol travertino, inauguraban la leyenda.
La tragedia ese día crearía la unión de dos familias notables del estado de Luisiana, los allegados del senador Huey Long y los familiares del doctor Carl Weiss. Precisamente el pasado mes de agosto falleció el hijo del supuesto asesino a la edad de ochenta y cuatro años, Carl Austin Weiss Jr, quien dedicó gran parte de su vida a una cruzada para esclarecer el dudoso episodio.
Las dudas sobre la participación de Weiss en el asesinato fueron el eje argumental de un reciente documental premiado en el festival de cine independiente de Boston, “61 Bullets”, título que alude a los sesenta y un balazos que recibió el médico que la historia oficial señaló como asesino, sin poder instalar su versión a pesar de una obstinada insistencia que ya dura ocho décadas.
Convengamos que la elección de un médico académicamente brillante, referente de una familia muy respetada y pudiente, no es la mejor cuando se busca a un cabeza de turco para endilgarle responsabilidades criminales ajenas. Weiss Junior, hijo del supuesto asesino, tenía apenas tres meses cuando sucedieron los luctuosos sucesos, y fue llevado a Francia por su propia seguridad. A principios de la década de 1990, Weiss Junior se entrevistó en Washington con el hijo del senador Long, el también senador Rusell Long, quien había ganado notoriedad criticando y refutando la versión de la Comisión Warren sobre el asesinato del presidente Kennedy.
La intervención de Rusell Long en las investigaciones sobre la muerte de Kennedy fue tan notoria que el célebre cineasta Oliver Stone las recreó en su película “JFK”, donde fue interpretado por Walter Matthau en uno de los lapsos más sustanciosos del film.
En su encuentro de 1991, los hijos de Long y Weiss explicaron a la opinión pública que compartían ambos un pasado trágico que los ligaba y cuya fecha señalaba un mismo día, el domingo 8 de septiembre de 1935.
Meses antes, entre mayo de 1934 y enero de 1935, Huey Long había acusado a los amos de las finanzas de Wall Street, a la empresa petrolera Standard Oil y al mismo Rockefeller de haber avivado las llamas de la sangrienta guerra entre Bolivia y Paraguay de 1932 a 1935.
El mismo desarrollo de aquella guerra fue interrumpida varias veces por armisticios inexplicables y resoluciones ridículas de la Liga de las Naciones, de triste memoria, la misma que avaló la expansión Nazi y la invasión japonesa de Manchuria.
Finalmente, aquella matanza se detuvo precisamente cuando las fuerzas paraguayas amenazaban el petróleo y gas en disputa, luego de audaces maniobras de su Segundo Cuerpo de Ejército. Por una casualidad muy casual, las negociaciones de paz que culminaron a mediados de 1938 en Buenos Aires, fueron lideradas por notorios personeros de grandes empresas norteamericanas, todavía perfectamente identificables a pesar del tiempo transcurrido.
La presencia de referentes de las mismas empresas denunciadas por Huey Long, y el resultado de aquellas negociaciones, que obligaron a las fuerzas paraguayas a retirarse y devolver decenas de miles de kilómetros cuadrados, corroboraron que intereses ajenos a la región participaron en ese sangriento capítulo de la historia sudamericana. Aunque Paraguay y Luisiana comparten la memoria de Long, y la sospecha de que las grandes empresas petroleras estuvieron involucradas en el atentado que le costó la vida, la historiografía estadounidense aún adeuda una investigación más profunda del tema. Ello a pesar de conocer en detalle las negociaciones de paz, y el papel omnipresente del petróleo en ellas, por documentos desclasificados en los cuales basaron sus tesis historiadores norteamericanos.
Muy pocos historiadores de Luisiana como Michael Gillette, acertaron en hurgar en la historia de la guerra paraguayo-boliviana, buscando desentrañar los enigmas que plantean las intervenciones de Huey Long en defensa de un país como Paraguay, cuyos mismos diplomáticos y gobierno de entonces intentaron descalificar. La historia oficial que se enseña en las escuelas de Paraguay, por su parte, sigue ignorando a Huey Long hasta el día de hoy.
El olvido, lo dijo un famoso pensador, siempre está lleno de memoria aunque nadie olvide aquello que nunca se recuerda. Hoy domingo 8 de septiembre, a ochenta y cuatro años de un controvertido magnicidio, es buena fecha para meditar al respecto.
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