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Las invasiones bárbaras

Si hay algo evidente después de cinco años de recortes y pérdidas de derechos que solamente han servido para empeorar las cosas, es que la crisis no existe
Ángel Ruiz Cediel
viernes, 19 de abril de 2013, 08:59 h (CET)
Cualquiera puede pensar que tal o cual acción tomada por el gobierno para combatir la crisis, estuviera equivocada, la hubiera decretado un imbécil o un tonto útil, o sencillamente uno de tantos incapaces como hay en la Administración y la política. Pero ¿todas, los cientos de ellas impuestas durante cinco años continuados?… Y, lo peor del caso es que, aun suponiendo que en España hubiera una densidad por estúpidos por metro cuadro infinitamente superior a la media mundial, no es exclusivamente el caso de España, sino de todos los países que tenían algún riesgo de hacer sombra a teutones y anglosajones, que son los patrocinadores de la crisis, o quién sabe si son los bárbaros que están asaltando los cálidos países del sur para quedárselos, a lo mejor como centros vacacionales, o a lo mejor nada más que para saquearnos.

En sus tiempos, cada tanto aparecían en las costas españolas los dakkars vikingos con sus velas colchoneras y sus tripulaciones cornudas, echaban anclas junto a cualesquiera pueblos o ciudades y. a sangre y fuego, mata aquí, viola allá, saquea por todas partes, se hacían con todo lo que tuviera valor o sirviera para algo, incluidas mujeres y niños, los cuales les servirían, las unas para producir más vikinguitos, y los otros como remeros o esclavos. Y cuando no eran los cornudos teutones los que se comportaban como una peste, eran los vagos anglosajones, tan enemigos del esfuerzo laboral honrado y de la honradez, los que preferían meterse a bucaneros de su descojonante majestad británica y asaltar las ciudades costeras mediterráneas o del norte de la península, o aun abordar a los barcos españoles que venían con cargas valiosas desde América, llegando a crear verdaderos estados piratas que todavía hoy existen, aunque ahora con la piratería de los paraísos fiscales, como Jamaica, las Caimán, etcétera.

“The times are changing”, decía Bob Dylan, pero se callaba que sólo en las formas. La naturaleza inserta en el ADN de las criaturas les empuja atávicamente a cierto tipo de conductas, y, por lo que se ve, las de teutones y anglosajones son constantes en la Hitoria: las de los pueblos germánicos, haciéndolos considerar que el mundo es suyo y pueden hacer lo que les dé la gana por la vía de la superioridad o la fuerza; y la de los anglosajones guerrear en todo el mundo para arrebatarles a sus legítimos propietarios lo que es suyo, usando, curiosamente, parecidos procedimientos a los otros parásitos de la humanidad, los teutones. Échenle un vistazo general a la Historia, así a vuelo de pájaro, y verán como lo que les digo es palabra sagrada. Irlanda, las guerras americanas, el exterminio indio, las guerras coloniales por el mundo Tierra, el despelote universal creado con cada una de sus invasiones, las bombas atómicas, etcétera, nos dan una imagen a foto fija de lo ha sido una constante de ese parásito universal que son los anglosajones, sembrando la miseria, la matanza y la desesperación donde quiera que han puesto sus pestilentes pies. Y otro tanto podemos decir de los teutones germánicos, quienes así que han sido más de dos y estaban hasta el culo de cerveza, se han liado la manta a la cabeza y se han echado a esos mundos de Dios a armar unos tiberios que para qué cuento, como las guerras mundiales, las prusianas y todas las demás, desdes los vinkingos para acá.

Han cambiado los métodos en algunas cosillas —pocas—, pero en esencia siguen exactamente igual. Los mismo atavismos, los mismos arranques, los mismos saqueos y los mismos crímenes. Puede ser que ahora invoquen a su ONU, pero la lían igual, y puede ser que en vez de hachas, espadas y el martillo de Thor, usen ingeniería financiera, pero igual joden e igual matan, pues a su cuenta va no solamente la miseria de los pueblos mediterráneos —e Irlanda—, sino también todas las víctimas producidas por suicidios, desesperación y violencia generada por sus acciones antihumanitarias. Hay que comprenderles que, ¡pobracitos!, no les quedan ya indios que exterminar en los Estados Unidos, que sus invasiones de sus otrora colonias de Oriente Medio están ya manga por hombro y que en Extremo Oriente les está saliendo la cosa más o menos rana y ya les han dado un sobo que para qué en Vietnam; y más o menos lo mismo les ha sucedido a los germanos, a quienes dos guerras mundiales no les han sido bastantes y les han caído ya de la parte del olvido, y ahora vuelven con la nueva fürer a querer echarse el universo mundo al coleto entre pan, usando no la Wehrmacht, sino la economía.

Lo expuesto no es ningún discurrimiento que merezca un Nóbel ni nada parecido, sino algo que ven, coligen e infieren hasta los topuelos que minan los campos de Castilla. Está tan a la luz, que hace falta ser meridianamente obtuso para no comprenderlo. No importa lo que hagan los gobiernos acosados, no importa cuántas reformas emprendan, qué recortes practiquen, de qué modo coarten las libertades o en qué forma piensen (si es que tal proeza fuera posible para semejantes criaturas), los parásitos de la humanidad se inventarán nuevas mañas y acuñarán a través de sus organismos bucaneros —el FMI, el BM, los “mercados”, las bolsas, las compañías de ratings y toda esa mierda en su poder—, nuevas maniobras para que, por más que se pague y pague y pague deuda, y se les deba cada vez más y más y más, hasta la propia consunción de los Estados parasitados. Aquí, me temo, los únicos que no ven que estamos sumidos en una guerra cultural —desde siempre teutones y anglosajos odiaron a muerte lo latino y lo mediterráneo—, o simplemente estamos siendo saqueados como en los mejores tiempos de los dakkars y los bucaneros, excepto estas lumbreras del PP y el PSOE con que el Cielo nos ha castigado. Unos dicen que porque se han vendido, y puede ser más que posible por sus corrupciones agusanadas y malolientes, y otros que nada más porque son tontos, ¡pobres!.

Lo que es incuestionables es que estamos donde estamos, que hemos perdido más de la mitad de derechos civiles y laborales que teníamos cuando el teutón Willy Brandt nos infiltró al infausto y siempre infumable delfín Felipe González, que desde que entramos en su UE y su OTAN nos va como el culo, solamente sirviendo para regalarles soberanía y poner soldados en sus guerras coloniales, y que desde que comenzó oficialmente esta crisis que no existe, todas las medidas, todas, todas, todas, han servido para multiplicar los daños, perder más soberanía, hacerse insoportable el desempleo, pagar más impuestos… y deber cada día mucho más de lo que debíamos. Ya son cuatro billones de euros lo que debemos, unos 88.888 euros por persona, que es casi el doble de lo que debíamos cuando comenzara esta falsa crisis en 2008, sino que en dos años más, deberemos algo más del seis billones de euros, si los dioses teutones y anglosajones no lo remedian, que no lo remediarán, porque los parásitos no suelen tener piedad de los cuerpos que parasitan hasta su consunción. Así está la cosa, y bueno sería que se comenzaran a decir las cosas claras: Ninguna medida que venga de germanos o anglosajones sirve. Ninguna. No es que ellos sean más listos o más torpes, sino solamente que son el enemigo en una guerra en la que pretenden exterminarnos. No porque no se vean tanques a ras de suelo, no se bombardeen ciudades o por los cielos no vuelen misiles estamos en paz, sino que basta con reparar en los efectos, pues al igual que con muchas enfermedades son suficientes los síntomas para ser diagnosticadas. Hacer la guerra, pues, siguiendo las normas e instrucciones del enemigo, y queda claro que anglosajones y teutones lo son por más que nos llamen de usted y nos inviten a café, solamente los tontos lo hacen… y los que se complacen en ser derrotados.

Nuestros gobiernos PP-PSOE, obviamente no lo entienden… o tienen las manos demasiado atadas por la corrupción. En cualquier caso, son como parte del enemigo, lo mismo da si es porque trabajan para ellos, como tantos sostienen, como porque no tienen luces para comprender, por habérseles atrofiado la inteligencia de no usarla. Es lo que tiene cuando sus señorías llevan 37 años disfrutando de la vida tonta, con todos sus problemas resueltos y sin necesidad de usar la cabeza para otra cosa que para ser capicúas.

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