En los años 70 asistimos en España a la Proliferación irracional de Universidades públicas y privadas, motivada en la mayoría de los casos por intereses económicos, ideológicos y aldeanismo político. Así, en 1984, España contaba con 34 universidades y 700.000 estudiantes y en el 2011 serían un total de 76 universidades (48 Públicas y 28 privadas) y 1.600.000 estudiantes.
Según teinteresa.es, la tasa de titulación universitaria sería del 27 % (2 de cada 3 titulados son universitarios), similar a países como Alemania o Japón y superior a la media de la UE (15%). Sin embargo, la crisis habría obligado a recortar los presupuestos de Educación de las comunidades autónomas, de quien depende más del 70% del gasto educativo, en casi 1.600 millones de euros con respecto a 2010, de lo que sería paradigma la Generalitat de Cataluña con un recorte adicional del 9% para el 2013.
Además, el descenso de la tasa de natalidad, con estimaciones de un descenso del número de estudiantes universitarios del 1,5% medio anual, provocará un descenso acusado de la tasa de población universitaria lo que unido al drástico recorte de las subvenciones públicas y el desbocado incremento de las tasas académicas provocará la inevitable extinción de incontables universidades con escasa o nula vinculación con grupos empresariales innovadores.
La Universidad Politécnica de Cataluña tendría ya una deuda acumulada de 112 millones de euros y ha implementado un drástico ERE que ha afectado a casi 700 trabajadores (580 profesores más 90 administrativos), quedando las universidades reducidas en la mayoría de los casos a meras expendedoras de títulos que conducirán al futuro licenciado a optar entre minijobs ‘seiscieneuristas’ e interinidad vitalicia, (a excepción de las élites universitarias) o emigrar a países tecnológicamente avanzados de nuestra área geográfica (UE) o países emergentes de América Latina.
Así, según un estudio elaborado por la Federación Nacional de Asociaciones de Consultoría, FENAC, desde 2008 se habrían marchado de España más de 300.000 jóvenes y según las últimas cifras publicadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el 2012 más de 60.000 españoles emigraron a países europeos (la mayoría jóvenes universitarios en busca de un primer empleo). Estos datos llevan conjugar el fiasco inversor de un Estado que tras haber gastado en la formación de cada titulado unos 4.000 euros, puesto que el alumnado sólo paga el 20% del coste real de la matrícula, asiste impotente a la sangría imparable de la fuga de cerebros.
La agonía de la I+D+i
En el último decenio, según el ranking publicado por la revista Scientific American, España habría sido pionera en los campos de energía renovable (fotovoltaica, biomasa y eólica), medicina, nanotecnología, telecomunicaciones, biofarmacéutica, biotecnología, oceanografía, ecoindustria ,infraestructuras públicas , construcción naval, automotriz, máquina herramienta, sector turístico y sector financiero. En concreto, en 2009 ocuparía el décimo puesto mundial tanto en publicaciones científicas como en gasto total en I+D+i, ostentando el puesto número nueve en cantidad de doctorados.
Sin embargo desde 2009 los recortes en I+D+I ascienden al 40 % (en 2013 solamente se destinarán a esta partida 5.562 millones de euros), lo que supone el 1,33% del PIB, (cada vez más lejos del 2% de media de la UE). Este hecho tendrá como efectos colaterales la drástica reducción de becas para investigadores y la asfixia por inanición económica de múltiples proyectos científicos y tecnológicos. En este sentido la inversión en Investigación y Desarrollo en las Universidades Públicas (de donde salen dos tercios de las investigaciones científicas) verá recortado su presupuesto en el 2013 en un 80% y el Centro Superior de Investigaciones Científicas (organismo con 130 sedes y más de 13.000 trabajadores, entre investigadores y técnicos), habrá sufrido en los últimos cuatro años una merma del 30% de financiación pública (un 9% menos para el actual ejercicio del 2013) y estará al borde de la suspensión de pagos y abocado a un ERE inminente.
De seguir obviando la inversión en inteligencia, España podría convertirse en la próxima década en un país tercermundista a nivel de investigación e innovación, condenado a comprar patentes extranjeras y producir productos de bajo perfil tecnológico que requieran mano de obra de escasa o nula cualificación y fácilmente explotable, aunque siga compitiendo en gran número de sectores con las economías de referencia al tener costes laborales competitivos.
Además tendría como Talón de Aquiles de sus exportaciones el reto de la calidad de sus productos y el no estar bien posicionada en los mercados emergentes, de lo que se deduce la necesidad urgente de una nueva Ley Orgánica de las Universidades, que establezca las medidas necesarias para dotarlas de mayor flexibilidad en su gobierno, en la financiación y el desarrollo de su oferta educativa así como la búsqueda de nuevas fuentes de financiación para incrementar la cuantificación económica de la inversión en I+D+i .
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