Leyendo los Ensayos escogidos de Chesterton –traducción del inglés por Manuel Temprano García-, seleccionados por el siempre admirado poeta y escritor de W. H. Auden, editados por Acantilado, nada es pesado o aburrido en su riqueza.
Rezuman hondura literaria comparativa. Suelo acudir a ellos lleno de confianza, de saber encontrar un calmante para la mente, cuando la infección política nacional de los profesionales que viven de su cuenta corriente y ausentes de la realidad del país. Y me pregunto, si en vez de utilizar la cabeza para intentar pensar con cierta lucidez y normalidad, no sería más favorable para la sociedad que dedicaran parte de su desperdiciado tiempo, en caminar con seño fruncido machadiano por el ruedo ibérico sin falsos golpes de pecho por esta piel de toro, herida y soñolienta, como lo protagonizaron aquellos amantes de la Generación del 98.
Tampoco, creo, sería derrochar el tiempo, leer algunos de los debates en el Parlamento entre Azaña y Ortega y Gasset. Y si no es pedir demasiado, una lectura reposada de las Memorias de D. Manuel Azaña. El expresidente Aznar confesaba a los cuatro vientos ser fervoroso lector del Presidente de la Segundo República, del poeta sevillano Luis Cernuda y Max Aub. La verdad no termino de entender de qué le sirvio. Posiblemente para hablar catalán en familia. Y es que como señala Chesterton “La mediocridad, posiblemente, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta”.
La modestia de Chesterton en sus ensayos siempre va acompañada de ingenio y fino humor inglés. Para presentarse a sí mismo con respecto a su obra ensayística, solía decir que era “Un simple periodista jocoso”, que escribía crónicas semanales graciosas siendo su criterio que “El periodismo consiste en buena medida en decir: ha muerto el señor Jones" a gente que no sabía que existiera un tal señor Jones. Poniendo mi punto de atención en los fieles periodistas de manifiesta devoción, de quienes reciben órdenes de sus jefes. Y no olvidemos la nueva especie de las respetables portavoces femeninas de los partidos políticos, que parecen modelos de imagen de pasarelas y verborrea de solfeo machacón de revistas del corazón. En cierta ocasión el autor de El Padre Braun, en una ocasión a una admiradora que lo elogiaba por su mucho saber le respondió: “Madame, no sé nada, soy un periodista”. Naturalmente no generalizo.
Existe cierto paralelismo entre Chesterton y Karl Klaus, escritor satírico poseedor de un estilo fustigador, desnudando la cultura y la política alemana y austriaca, a través de su revista La antorcha.
La prosa de Chesterton aborda tres grandes cuestiones: la literatura, la política y la religión. El valor creativo de los tres, los descubrió Auden cuando le encargaron esta selección que comento. En ella, el gran poeta inglés reúne los textos de Chesterton que le parecían tan amenos y gustosos como sus piezas periodísticas, pero mucho más enjundiosos y penetrantes. Unos valores literarios de fina y atrevida observación de tal sencillez y amenidad que hace su lectura a agradable y al mismo tiempo ejemplar, lo que ofrece la ocasión dentro de este mundo social embrutecedor y decepcionante, una isla en la que poderse mantener a salvo, de un estado social cada día más deteriorado y contaminante.
Creo que este menú de sociedad que nos sirven diariamente, con la mediocridad que lo caracteriza, puede servirnos de muestra en la actualidad: “La idea que no trata de convertirse en palabra es una mala idea, y la palabra que no trata de convertirse en acción es una mala palabra”. Aquí, mi compromiso con la palabra y la idea, el placer de estos ensayos que con su lectura nos conducen y adentran en la lucidez sencilla de una brillante crítica de un medio centenar de grandes autores de acertada y desnuda obra literaria.
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