Todas las cadenas de comunicación nos informaron hace unos días que habían arrojado un recién nacido al borde del rio. Allí estaban los guardias con sus perros buscando el cadáver del chiquillo hasta encontrarlo.
La información se completó con el dato de que era una pareja de jovenzuelos que habían decido deshacerse del niño que ella había parido en la habitación de un hotel.
El hecho merece algunas reflexiones: Todos los días las clínicas abortistas eliminan recién nacidos que nadie busca ya que se trata de embarazadas a las que una, dicen que ley, autoriza a hacerlo. Estos bebés irán a parar a una trituradora de restos de quirófano, salvo que puedan ser comercializados por trozos. He leído que en USA hay una verdadero negocio de partes de bebé para experimentar con ellos y seguramente aquí en España no será menos.
También cuando aparece algún bebé abortado en un contenedor de basura la policía, de inmediato, realiza las oportunas diligencias para encontrar a la delincuente, pero a las que hacen lo mismo en las clínicas abortistas no las busca la policía ni tienen problemas. A mí me resulta inexplicable y monstruoso todo esto, seguramente porque no soy progre, gracias a Dios.
También sé que las personas pro-vida que acuden a la puerta de los abortorios, para brindar ayuda a las que allí acuden, son los que pueden resultar denunciadas y perseguidas.
Desde aquella ley de 1985 que nos vendieron como “despenalización del aborto, pues no era justo cargar a las mujeres que tenían un problema con una pena judicial”, a la situación actual, post-Zapatero, que legalizó todo esto hay un abismo. La derecha recurrió al Tribunal Supremo este engendro de ley y seguramente allí también habrá abortado pues han pasado años y no han resuelto nada. También la derecha pudo derogarla cuanto tuvo mayoría, pero “alguien” le ordenaría no hacerlo o temieron no resultar tan progres como la izquierda.
Otra reflexión que se me ocurre es que todo esto es consecuencia de la llamada liberación sexual, que consiguió hacer pasar por normal la práctica sexual desde la adolescencia (e incluso con asesoramiento de sus educadores) y la inhibición pusilánime de las familias, si es que quedan algunas, que hacen la vista gorda ante la vestimenta, horario, etc. de sus hijas o incluso les recomiendan el uso del preservativo.
La liberación sexual no me parece que haya liberado de nada a los jóvenes sino los ha empujado a muchos a una rueda vertiginosa de alcohol, droga y sexo, en la que nadie se acuerda de píldoras ni preservativos, ya que siempre se puede recurrir “legalmente” al aborto.
La jovencita, o no tan joven, que queda embarazada, después de una tarde o noche priápica, poca ayuda puede recibir del mozalbete que la hizo gozar un rato, que huirá de cualquier compromiso. ¿Quién podrá ayudarla? ¿Hallará esta ayuda en su familia? ¿A dónde acudirá? Pues seguramente a la clínica abortista a no ser que pueda contactar con algún movimiento pro-vida.
Se me revuelven las tripas cuando oigo hablar de gobiernos de progreso. Más que progresar retrocedemos a las bacanales y saturnales de la decadencia del imperio romano. El striptease patrocinado por la alcaldesa de Barcelona para espectáculo infantil o las carrozas del día del orgullo gay, son un ejemplo de nuestro retroceso histórico.
|