Noche perfecta, y cómoda, del Real Madrid. De buenas, muy buenas noticias. De sonrisas. Fue un encuentro absolutamente redondo, en donde confluyeron en altas dosis un excelso fútbol de equipo y una poderosa pegada en el área contraria. El Leganés, entre desorientado y desmotivado, apenas encontró un resquicio de presentar alguna oposición. No hubo debate. El Real Madrid fue enormemente superior, desde el inicio hasta el epílogo. A los 8 minutos de juego, el Real Madrid ya contaba con dos goles en su casillero. Ni siquiera hubo tiempo de evaluar el hecho de que Zidane repitiese el mismo once de Estambul. Algo debió gustar al técnico francés cuando confió en los mismos protagonistas. Algo insólito en estos tiempos; el juego y los goles confirmaron su buen olfato.
Porque se presenció un Real Madrid en modo equipo, todo un bloque sólido moviéndose coralmente en la búsqueda del triunfo. Nadie desentonó. Fue un Real Madrid centrado en defensa; un Real Madrid sin administrar fuerzas en la presión, tan asfixiante como ordenada; un Real Madrid muy ofensivo, con desbordes en bandas y muy asociativo entre todas sus líneas; un Real Madrid veloz en el toque del esférico; un Real Madrid con todo su arsenal de cara a portería (sus dos primeros disparos acabaron en la red); un Real Madrid, en definitiva, muy completo. Todo fueron méritos y ningún demerito. Quizá pueda achacarse que enfrente estaba un Leganés muy timorato, desorientado y nervioso en defensa. Fue tan cierto como esa sensación que desprendió: físicamente estaba en el Bernabéu; sus pensamientos estaban en el Éibar, su próximo adversario, más asequible y en su estadio.
El Bernabéu no sólo descubrió que este Real Madrid sabe moverse como un bloque, como un equipo (habrá que examinarlo ante montañas más adversas), sino que confirmó sus expectativas con Rodrygo. El brasileño está de dulce. Todo lo que intenta acaba en un éxito, en unos aplausos, en comentar con el vecino de asiento que este joven (18 años) cuenta con mimbres suficiente para convertirse en un referente del Real Madrid. Y el destino hace guiños. En el minuto 7, un número mágico en Chamartín, el carioca abrió el marcador, anotando a placer tras una precisa asistencia de Benzema. Su tanto fue un gol de oportunismo, de estar bien situado, de saber leer el juego. Algo así a como hacía Raúl. Si a esto se suma que es rápido y que cuenta con buen regate y desborde (bien lo sabe la cadera de Jonathan Silva), el Bernabéu se relame con el brasileño. Por si fuera poco, Rodrygo se mueve con una pasmosa tranquilidad; hace las cosas fáciles, sin complicarse, sin atropellarse. Y trabaja sin descanso. Notable noche; noche de ilusionarse.
Valverde y Benzema, omnipresentes
Como Valverde, el gran ‘fichaje’ del centro del campo. El uruguayo es un portento físico. Sube y baja sin descanso y con criterio. Toca amablemente el esférico y lo recupera de manera feroz. Es otro tipo de jugador al brasileño, pero también encaja con ese tipo de futbolistas que gustan por La Castellana. Lástima que no convirtiera un tanto claro con todo a favor. Como lo tuvo Kroos, justo un minuto después y con Benzema como asistente, y no erró con un toque tan sutil como bello hacia el poste. Nada pudo hacer Soriano, quien sí evitó, de manera muy brillante, otros tantos cantados de Benzema y del propio Kroos (cuyo motor empieza a rugir). Poco pudo hacer ante Hazard, al que derribó en el mano a mano como paso previo al tercero, marcado desde los once metros por Sergio Ramos. El capitán necesitó de dos intentos al adelantarse Soriano, como avisó el VAR. Atrás, en donde hay dudas, apenas hubo noticias. Fue un Real Madrid tan imponente que ni siquiera tuvo necesidad de defender. Porque el Leganés sólo tuvo una opción: un disparo de Óscar que propició un paradón de Courtois. Ovación al belga. Como en otra parada en las postrimerías.
Solventado el encuentro y atados los tres puntos, el Real Madrid descendió su velocidad en la reanudación. Tocaba administrar fuerzas y jugar con una abismal diferencia. El Leganés se conformaba con tocar el balón durante más minutos y aguardar que el final se presentase cuando antes. Estaban tan fríos como la noche de Madrid (la peor asistencia del curso). No lo estaba Benzema. El francés está omnipresente. No sólo continúa marcando (anotó el cuarto de penalti y envió un balón al poste tras un tiro con rosca), sino que asiste y genera fútbol. Y empieza a compenetrarse con Hazard. El belga empieza a mostrar sus virtudes: veloz, regate y precisión. Faltó ver su puntería. Como Marcelo que se animó a mostrar actuaciones de antaño en banda izquierda. Estuvo cómodo el brasileño. Era un buen momento de dar ovaciones (Benzema y Valverde) y otorgar minutos y confianza: protagonismo a Jovic (otro gol anulado y uno convertido desterrando la ansiedad y sonrisa extensa); vuelta de Modric; regreso de Isco (con pitos a su salida y algún aplauso por alguna filigrana). Ya estaba todo cerrado, había si un Real Madrid sublime, de fútbol y goles.
|