Tradicionalmente cada fin de octubre la mayor movilización callejera en los Andes es la de la procesión del Cristo Moreno. Esta vez hay una que le ganó en multitud pese a haberse dado en otra capital que tiene un tercio menos de habitantes que Lima. El viernes 25 en Santiago 1, 200,000 chilenos marcharon para desafiar y desmontar el estado de emergencia y protestar contra las alzas y el modelo neoliberal que Sebastián Piñera ha presentado como un ejemplo a seguir a nivel global.
Ese mismo día se anunciaban los resultados oficiales de los comicios bolivianos donde se consolidaba la tercera reelección de Evo Morales en primera vuelta. El domingo 27 Uruguay y Argentina realizaron simultáneamente sus elecciones generales en los cuales ambos países pueden ir a invertir la orientación política de sus respectivos gobiernos. Mientras la derecha cayó en Buenos Aires, en Montevideo parece tener más posibilidades de remover en segunda vuelta al gobierno centroizquierdista.
En pocos días Bolivia, Argentina y Uruguay, pero también Chile, experimentan cambios gubernamentales. En Bolivia retiene el poder el binomio constitucional que más tiempo viene gobernando en el planeta (Evo Morales – Álvaro García). En Argentina los amigos de Donald Trump serán sustituidos pero en Uruguay parece que ocurrirá lo opuesto. En Chile se ha cambiado al gabinete.
BOLIVIA A medida que se fueron computando los datos del exterior (una región que le dio al oficialismo su mejor porcentaje, por encima de cualquiera de los 9 departamentos bolivianos) y, sobre todo, del campo (de donde viene el primer y único presidente indígena de los Andes), la ventaja de Evo Morales se fue ampliando a punto que éste terminó ganando en más del 85% de los distritos electorales. Con el 47.08% de los votos válidos el actual mandatario venció en primera ronda al aventajar por más de 10 puntos al ex presidente Carlos Mesa quien solo obtuvo el 36.51%. El Movimiento Al Socialismo (MAS) ha conseguido 68 de los 130 diputados y 21 de los 36 senadores. Esto implica un retroceso en su número de curules pero también implica que retienen la mayoría parlamentaria.
La oposición ha hecho una serie de protestas, muchas de ellas violentas, denunciando el fraude. Esto ha sido respondido por marchas masivas y bloqueos campesinos de sindicatos que llaman a “defender el voto popular” por Evo. La derecha perdió estos comicios por su incapacidad de unirse, algo que de haber hecho tal vez le hubiese llevado a ganar las presidenciales y legislativas. El pastor coreano Chi Hyun Chung obtuvo el 8.78% con un discurso anticomunista tipo Jair Bolsonaro atacando a los derechos de los homosexuales y de las mujeres, mientras que el representante del republicanismo norteamericano, Óscar Ortiz, logró el 4.24% y con ese magro porcentaje pudo evitar que Mesa llegase al balotaje.
La contundencia de la victoria “socialista” en el marco de las fuertes protestas sociales de Ecuador y Chile y el triunfo nacionalista en Argentina dejan poco espacio para que Trump (tan golpeado internamente por el proceso de “impeachment” y por el fracaso de haber llamado a invadir Venezuela, Cuba o Nicaragua), se atreva a querer proclamar a un gobierno paralelo en Bolivia al estilo de Juan Guaidó en Caracas.
CHILE Ese mismo viernes 25 en Chile se dio la llamada “marcha más grande de la historia”. Un número equivalente a casi un cuarto de la población de Santiago salió a las calles logrando que el presidente Sebastián Piñera removiera a un tercio de su gabinete y suspenda el estado de emergencia que días atrás había decretado para hacer frente a una ola de protestas desencadenada por el alza del transporte urbano.
Diversos organismos de derechos humanos reportan numerosos casos de torturas y violaciones, mientras que el número de detenidos se cuentan por centenares y el de asesinados o desaparecidos por decenas. La manera tan violenta con la cual la derecha chilena respondió a las marchas ha sido como echar gasolina al fuego.
Según las encuestas Piñera se ha convertido en el mandatario más impopular del cono sur y también de la historia reciente chilena. Lo que comenzó como un rechazo a las alzas de pasajes se ha convertido en un cuestionamiento al modelo socio-político y económico que tanto ha sido promocionado como un paradigma para todas las Américas. El monetarismo neoliberal implantado por la dictadura de Augusto Pinochet (que también ha sido imitado en Bolivia, Argentina, Perú y otras repúblicas), ahora viene siendo estremecido por un sismo social. El ejemplo chileno se basó en reducir al mínimo el rol del estado en la economía para dar las más grandes ventajas a las grandes corporaciones privadas para que puedan lucrar e invertir. Éstas incluso son propietarias del agua, pensiones y otros sistemas que en muchas otras partes son bienes públicos. Todo ello ha hecho del país austral en uno extremadamente desigual. La brecha entre extrema riqueza y pobreza es una de las más anchas del continente.
A eso se suma que el país sigue teniendo la misma constitución impuesta por Pinochet, mientras que tanto él como sus asociados han evitado las condenas por violaciones a los derechos humanos que sí se han dado contra militares golpistas en la vecina Argentina. Los 3 gobiernos “socialistas” de Michelle Bachelet y Ricardo Lagos no quisieron retomar el programa de nacionalizaciones de su mentor Salvador Allende y decidieron preservar la carta magna o el modelo pinochetista.
Hoy Piñera trata de salvar su administración sacrificando a los que más han sido identificados con los planes económicos y represivos, pero su mandato está en crisis. Una profundización de las movilizaciones y una posible huelga general pudiese sacarlo de La Moneda. Sin embargo, al igual que en Ecuador, la forma en la cual él va a querer navegar sobre el maremoto social es haciendo concesiones a las protestas y negociando con el parlamento.
El modelo chileno está muy herido y ya no podrá ser usado como algo a imitar. Piñera, quien fue el anfitrión en la creación del Foro del Sur (un ente para eliminar a la Unión de Naciones Suramericanas en favor de una alianza estrecha con EEUU) y quien viajó en febrero a la frontera colombo-venezolana para preparar el ingreso de grupos armados pro-Trump para derrocar al gobierno venezolano, ahora viene perdiendo peso. La derrota de Mauricio Macri en Argentina y la extrema debilidad de Lenin Moreno en Ecuador le hacen perder puntos a una derecha sudamericana que se sentía envalentonada por el giro conservador que Bolsonaro estaba queriendo imponer tras su ascenso a la presidencia brasileña.
URUGUAY El domingo 27 tuvieron elecciones generales simultáneas los dos países donde culmina el río de la Plata. En ambos la segunda vuelta ha estado programada para el 24 de noviembre, pero solamente Uruguay va a acudir a ésta. Esto último se debe a que Uruguay, al igual que Perú, Francia y otras repúblicas, estipula que solamente se gana en primera ronda con la mayoría electoral absoluta. En Argentina y Bolivia basta una determinada cifra alta por debajo del 50% para ganar en un solo turno.
Debido a la naturaleza del sistema electoral en Uruguay muchos partidos con pocas probabilidades pueden presentarse buscando una votación significativa en el turno inicial, pues luego pueden negociar un eventual apoyo en una segunda vuelta a uno de los dos finalistas.
En Uruguay el 38.51% de los votos fue para Daniel Martínez del centroizquierdista Frente Amplio, el cual ha venido gobernando a la república hispanoamericana menos poblada durante 3 quinquenios consecutivos. Con tal porcentaje él ya hubiese sido proclamado presidente en el país hispano más poblado (México) donde no existe el balotaje. Sin embargo, él ahora debe hacer frente a Luis Lacalle Pou del conservador Partido Nacional quien obtuvo el 28.26%. Este último podría ganar la segunda vuelta si capitaliza el 12.2% de votos que obtuvo el centroderechista colorado Ernesto Talvi y el 10.72% del ultraderechista general retirado Guido Manini. Sin embargo, no se puede afirmar tajantemente en qué dirección va a ir Uruguay.
ARGENTINA En este país puede ganar la presidencia un candidato que en la vuelta inicial saque un 45% de los votos. Por eso muchos prefieran votar en primer turno por el “mal menor” a fin de evitar que el “peor enemigo” pudiese llegar a la Casa Rosada en un eventual balotaje.
De allí que en Argentina casi el 90% de los votos válidos se dividieron entre dos candidatos: el peronista Alberto Fernández (quien venció en una sola jornada con el 48.1%) y el derechista Mauricio Macri (quien sacó 40.37% y con ello perdió la presidencia).
En esta polarización perdieron votos el ex ministro de economía Roberto Lavagna y el anticapitalista Nicolás del Caño quien ansiaba que su Frente de Izquierda se convirtiese en un faro para el trotskismo global. Con esta elección Cristina Fernández de Kirchner vuelve a la Casa Rosada. Ella llegó allí en 2003-2007 como primera dama de su esposo Néstor Kirchner y luego en 2007-15 se convirtió en la única mujer del mundo que ha ganado y completado dos mandatos presidenciales consecutivos. En el cuatrienio 2015-19 su dividido partido peronista perdió el gobierno en manos del derechista renovador Macri.
Cristina, especulando que ella por sí sola no podía ganar directamente una presidencial y buscando reunificar al Partido Justicialista, hizo que el líder de otra ala peronista encabece la plancha presidencial. Quien antes llegó a la Casa Rosada como primera dama y luego como presidenta ahora lo hará como una influyente vicepresidenta.
El binomio Fernández-Fernández está encabezado por alguien más moderado que Cristina y quien no quiere un regreso al nacionalismo cercano a Chávez de los Kirchners. Sin embargo, la principal república hispana de Sudamérica ahora va a tener un nuevo gobierno que busque marcar distancias con Donald Trump y posiblemente apunte a reestructurar la UNASUR.
El retorno del peronismo al poder ha sido muy bien recibido por López Obrador, Morales, Maduro, Ortega, Lula y sus aliados pues lo ven como un paso hacia ir haciendo que el continente vaya separándose de la orientación tan proclive a Washington que le vinieron imponiendo Macri, Bolsonaro y sus socios conservadores.
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