El diccionario define así musicoterapia: “La utilización de la música como tratamiento de ciertas neurosis”. La música como tratamiento de neurosis no es un descubrimiento moderno. Hace unos 3.800 años, en el antiguo Israel, ya se utilizaba la música para tratamientos mentales. La Biblia lo documenta.
Debido a la contumaz desobediencia del rey Saúl a Dios “el Espíritu del Señor se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte del Señor” (1 Samuel 16:14). En el momento en que el Espíritu de Dios abandona a una persona, un espíritu maligno entra a ocupar el vacío producido, “y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero” (Mateo 12:45). La posesión satánica de Saúl se hizo evidente a los ojos de sus sirvientes, que le dicen: “He aquí ahora, un espíritu malo de parte de Dios te atormenta” (v.15). Es entonces cuando le presentan la música como remedio al mal espíritu que le atormentaba: “Diga, pues, nuestro señor a sus siervos que están delante de ti, que busquen a alguien que sepa tocar el arpa, para que cuando esté sobre ti el espíritu malo de parte de Dios, él toque con su mano y tengas alivio” (v. 16). No es necesario decir que la respuesta del monarca fue inmediata: “Buscadme, pues, ahora alguien que toque bien, y traédmelo” (v.17). ¿Dónde encontraremos a este hombre? Se preguntaron. Uno de los sirvientes de Saúl abrió a boca para decir: “He aquí yo he visto a un hijo de Isaí de Belén, que sabe tocar, es valiente y vigoroso, y hombre de guerra, prudente en sus palabras, y hermoso, y el Señor está con él” (v.18). El rey no duda ya que el trastorno mental lo perturbaba: “Y Saúl envió mensajeros a Isaí, diciendo: Envíame a David tu hijo, el que está con las ovejas” (v.19). David deja las ovejas a cargo de un sirviente y se traslada a la residencia de Saúl. El texto sigue diciendo: “Y cuando el espíritu malo de parte de Dios venía sobre Saúl, David tocaba el arpa con su mano, y Saúl tenía alivio y estaba mejor, y el espíritu malo se apartaba de él” (v.23).
Con el tiempo David se convirtió en un soldado admirado por el pueblo y alabado por las mujeres con cánticos al regreso victorioso de las batallas contra los filisteos: “Y cantaban las mujeres que danzaban, y decían: Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles” (18:7). El orgullo del monarca no podía soportar que alguno de sus subordinados fuese más bien valorado por el pueblo que él. “Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David. Aconteció al otro día, que un espíritu malo de parte de Dios tomó a Saúl y él desvariaba en medio de la casa. Y David tocaba con su mano como los otros días, y tenía Saúl la lanza en la mano, diciendo: Enclavaré a David a la pared. Pero David lo evadió dos veces” (vv. 9-11). Los celos podían más que las victorias de David sobre los filisteos. Lo enviaba a misiones peligrosas esperando que los filisteos acabasen con él en alguna de las batallas. “Y David se conducía prudentemente y el Señor estaba con él” (v. 14).
La musicoterapia es útil para calmar las neurosis leves, pero no para curar los trastornos mentales originados por el odio que se amaga en el corazón.
El director de orquesta Zubia Metha dice que hace medio siglo que se dedica a promover la paz en Oriente Medio con sus aportaciones musicales. Respondiendo al entrevistador dijo: “Mire, ya hace seis años que estuve con la Orquesta Estatal de Baviera en Cachemira en donde por primera vez hindús y musulmanes se sentaron juntos a escuchar música. Y sonrieron escuchando Beethoven y Txaikovski. Imagíneselo, era mi sueño hecho realidad. Salta a la vista que no ayudó a solucionar el conflicto. No, mi sueño de paz por medio de la música no se ha cumplido”.
La Biblia es elocuente. No hay paz para el impío. El hombre no puede fabricarla porque en el fondo de su corazón se encuentra agazapado el odio esperando la oportunidad de poderse manifestar con más o menos intensidad. La condición en que se encuentra el mundo es la evidencia de que la paz está lejos del alcance del hombre. Creemos que con pactos, negociaciones, promesas…podremos hacer desaparecer la enemistad que se encuentra en nuestro interior.
Es una quimera que se escurre de entre los dedos. Jesús nos dice. “La paz os dejo. Yo os la doy, no como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14: 27).
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