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Deuda pendiente con la familia Filártiga Speratti

A más de cuatro décadas del más emblemático, célebre y trascendente crimen de la longeva dictadura de Stroessner, quienes lo sufrieron no solo sufren la indiferencia sino que vuelven a ser victimizados
Luis Agüero Wagner
martes, 17 de diciembre de 2019, 08:58 h (CET)

A más de cuatro décadas de un paradigma situacional de la represión dictatorial en Paraguay, algunos siguen reivindicando mentiras propaladas por los propagandistas del régimen neonazi que reinó entre 1954 y 1989 en Paraguay. En la madrugada del 30 de marzo de 1976, hace casi 33 años, se consumaba lo que la prensa paraguaya calificaría entonces como “un crimen pasional en Sajonia”.

Detrás de los hechos había otra historia que intentó ser relegada al olvido por quienes siguen sosteniendo la "tesis" del crimen pasional en privado, guardando en público un prolongado silencio de más de tres décadas.

Ese impuesto letargo hubiera mantenido la verdadera historia oculta hasta hoy si ésta no fuera descubierta ante la opinión pública internacional desde el ámbito menos pensado: la comunidad artística de Hollywood.

En 1991 HBO y Amnistía Internacional produjeron el film “La guerra de un solo hombre”, con un elenco integrado por afamadas estrellas como Anthony Hopkins, Norma Aleandro y Rubén Blades. La película estaba basada en la extraña muerte de Joelito Filártiga, hijo de 17 años del doctor Joel Filártiga, ocurrida el 30 de marzo de 1976 en el domicilio del comisario Inspector Américo Peña, en el barrio Sajonia de Asunción.

En los archivos del Terror existe abundante documentación que demuestra la estrecha vigilancia que mantenía la policía política sobre el doctor Joel Filártiga, a quien acusaba de ser un “peligroso comunista”, por lo cual no es difícil entender que existían sobradas razones para sospechar de motivaciones para el crimen que no correspondían precisamente a las sentimentales.

Según la policía, Joelito fue asesinado por el esposo de su supuesta amante al sorprenderlo en su propia cama matrimonial. La llamativa variedad de lesiones que presentaba el cadáver, los evidentes esfuerzos de la policía por entorpecer el juicio abierto a los culpables, las trabas a las investigaciones y la búsqueda de obtener diagnósticos médicos falsos, pusieron al descubierto que se trataba de algo mucho más grave que un simple crimen pasional.

Las conclusiones de los expertos dictaminaron que las escoriaciones se debían a electricidad, las equimosis a golpes de cachiporras, que Joelito había sido esposado y le habían hundido una mano de una patada antes de ultimarlo.

Constataron inequívocos signos de tortura que delataban las heridas cortantes, contusas, penetrantes, lancinantes, los 18 grupos de equimosis lineales distribuidas por toda su piel y las quemaduras por electrocución, no conmovieron la ética de los guardianes de la libertad.

Las crónicas del diario ABC color (periódico que brindaba su respaldo incondicional a la dictadura de Stroessner) calificarían entonces al homicidio como "un crimen pasional en Sajonia", haciéndose eco de la versión oficial de la Policía. La familia Filártiga no se dejó intimidar y siguió denunciando su verdad, hasta que uno de los autores materiales del homicidio, el comisario Américo Peña, decidió huir a Estados Unidos.

No fue la mejor decisión, pues la vecindad con la familia Filártiga permitió a través de la correspondencia con su familia en Sajonia que pronto fuera localizado y detenido en Brooklyn, Peña fue sometido a un juicio que acaparó la atención de la prensa mundial, y derivó en un legado permanente para la justicia. A partir de entonces, ningún torturador, como antiguamente los piratas, quedaba a salvo de la Ley por más alejado que se encuentre de la escena de sus crímenes.

Se había roto el silencio en las mismas entrañas del monstruo. La verdad prohibida había desplazada a la contingente que reinara durante los años de la dictadura, y a la necesaria que la superestructura cultural había logrado imponer.

Lo había logrado el aliado menos esperado: la fábrica de sueños de Hollywood.

Hubiera sido el final perfecto de una historia con una moraleja grandiosa, de no ser por la desidia de las autoridades paraguayas, que son indiferentes al dolor de la familia y la han vuelto a victimizar. La madre de Joelito, Nidia Speratti, se encuentra en un delicado estado de salud, y el actual gobierno paraguayo se sigue mostrando indiferente, como si quisiera reivindicar las graves violaciones de Derechos Humanos que se cometieron en el Paraguay en décadas no tan lejanas. Cuando más lo necesita, le niegan una miserable indemnización hace tiempo establecida y justificada, poniendo en riesgo su vida. Tanta mezquindad no se condice con un legado tan universal.

Es fácil para algunos presuntosherederos olvidar, sobre todo porque tal vez se consideran a sí mismos parte en esta historia de horror. Ya lo dijo un pensador, uno debe tener mucha memoria para borrar de ella episodios de forma tan selectiva, pues como Borges escribió en “Everness” lo único que no existe jamás es el olvido. La increíble deuda pendiente con la familia Filártiga Speratti lo demuestra. LAW

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