El Catecismo define las exequias cristianas como celebración litúrgica de la Iglesia con la que se «pretende expresar también aquí la comunión eficaz con el difunto, hacer participar en esa comunión a la asamblea reunida para las exequias y anunciarle la vida eterna», señala el artículo 1684.
Existen diferentes ritos de exequias atendiendo a las tradiciones existentes en cada región. Sin embargo, en todas ellas aparecen unos elementos comunes referentes a los cuatro momentos principales señalados también en el Catecismo. Estos son la acogida de la comunidad, la liturgia de la Palabra, el sacrificio eucarístico y el adiós.
Así mismo, las exequias eclesiásticas tienen su propia normativa recogida en el Código de Derecho Canónico. Por ejemplo, el canon 1176 señala que los fieles difuntos deben recibir exequias conforme al derecho y a las leyes litúrgicas y, además, se «aconseja vivamente que se conserve la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos, sin embargo, no prohíbe la cremación, a no ser que haya sido elegida por razones contrarias a la doctrina cristiana».
En la actualidad se realizan cada vez más cremaciones. Generalmente, la cremación se realiza tras finalizar la celebración litúrgica.
En referencia al canon 1177, que indica que las exequias deben celebrarse generalmente en la iglesia parroquial del difunto, hay que añadir que también se pueden realizar en el tanatorio o en el cementerio, siempre y cuando estas instalaciones estén provistas de capillas bendecidas como lugares sagrados.
El ritual de las exequias El Ritual de las exequias recoge las directrices a cumplir en la celebración de las mismas en la iglesia. En líneas generales son las siguientes:
El sacerdote saluda a los presentes y asperja el cuerpo en la puerta de la iglesia.
El difunto es colocado en la misma posición que ocupaba en la asamblea litúrgica. Es decir, los laicos de cara al altar y los ministros sagrados de cara al pueblo.
Sobre el féretro puede colocarse el libro de los Evangelios, la Biblia o una cruz. Alrededor del ataúd también pueden situarse cirios encendidos o solamente el cirio pascual a la cabecera del fallecido.
Al finalizar la celebración eucarística, el sacerdote, junto a los ministros concelebrantes, se ubican junto al féretro para la aspersión e incensación del cuerpo. Si se traslada al difunto al cementerio, iglesia o capilla de modo procesional, se organizará la procesión según las costumbres del lugar y precediendo un ministro con la cruz.
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