Otro desencanto en Copa del Rey. Zidane continúa sin encontrar el camino adecuado. No hay cambio de historia. El Real Madrid volvió a despedirse tempraneramente del torneo. Ni tuvo juego ni alma. Solo una heroica final. La Real Sociedad resultó un oponente con un mayor argumento, en lo anímico y en lo futbolístico. Quiso avanzar y se apuntó a su decimosexta semifinal de su historia, un terreno solo abonado una vez en sus últimos 32 años. Esta vez, lo hace después de convencer en un escenario de enjundia, mostrar un selecto repertorio de talentosos jugadores y un ideario del gusto de cualquier espectador. Odegaard, autor del primer tanto, expuso sus credenciales, e Isak mostró su arsenal de delantero.
En tiempos de vientos contrarios, y aunque carecen de perfiles mediáticos, no hay mejor fórmula que apostar por entrenadores de casa. Conocen cómo recuperar al equipo, cómo obtener los mejores réditos y todo ello sin grandes alaracas. Eso mismo le sucedió a la Real Sociedad. El equipo estaba en caída sin red cuando Imanol Alguacil apareció en escena. No sólo encontró el equilibrio, sino que ha acabado construyendo un conjunto plagada de jóvenes con un enorme futuro y capaces de exponer un fútbol de alta escuela. De varios quilates.
Su estilo es innegociable. “Nosotros tenemos un equipo para tratar de salir desde atrás, de combinar, de presionar y de atacar”. Lo saben sus jugadores, absolutos creyentes de este ideario. Lo sabe Mikel Merino, el arquitecto en el mediocentro. Toca y da salida con criterio. Lo conoce Odegaard, ovacionado en el Bernabéu después de destilar talento en grandes dosis. Oyarzabal es el complemento perfecto. Igual defiende que ataca. E Isak está de dulce en esta Copa del Rey. Sobre ellos se sustenta un equipo ordenado, conocedor de su ideario y con ambición. La Real Sociedad hizo un encuentro redondo. Ya avisó en Liga, aunque acaba sucumbiendo.
Si a esta sólida, y ambiciosa, propuesta se añade el despropósito de defensa del Real Madrid se encuentran todas las razones del resultado. Marcelo evidenció un acelerado envejecimiento. Lo aprovechó la Real Sociedad. Atacó en su banda de manera constante. Sergio Ramos estuvo desubicado y Nacho tampoco estuvo en su mejor día. No todo es problema en defensa, ni de un desacertado Areola. El centro del campo, sin Casemiro, estuvo roto en todo momento. Ni Valverde ni Kroos encontraron su sitio. James ni siquiera lo buscó. Y la Real Sociedad se adueñó de la zona de elaborar fútbol.
Del sonrojo a la heroica sin premio
Cuando hay tan distintos ambientes, el marcador suele ser justo. A los veinte minutos, una fulgurante transición acabó con un fuerte disparo de Isak que repelió Areola hacia el sitio equivocado. Nunca al centro. Lo hizo. Y Odegaard no perdonó. Tampoco hizo sangre y hasta casi se disculpó ante su futura afición. En el Real Madrid, solo unas carreras de Vinicius y algunos arreones en las proximidades del descanso. Escaso bagaje para un equipo exigido a abrazarse a todos los torneos en disputa. Esta vez, muy plano y muchos desajustes.
Nada se aclaró después del descaso. Más bien todo lo contrario. Se asistió a un carrusel de despropósitos en defensa. En dos minutos, la Real Sociedad exhibió músculo. Primero una gran jugada en banda de Barrenetxea acabó culminada por Isak, con una preciosa volea. Más brillante fue su acción siguiente: un fuerte disparo a la escuadra. El Real Madrid estaba descolocado, en una de sus peores puestas en escena de la temporada. Superado en todas las facetas.
En situaciones así, aparece el gen del juego alocado. De irse al ataque, de apostarlo todo a las carreras en vez del juego. Era lógico. La situación era límite. En esa fase de zafarrancho de combate, Marcelo redimió sus pecados con un gol. Después, Vinicius estuvo a punto de lograrlo. Su rosca se marchó por milímetros. Como le sucedió después cuando el VAR anuló su tanto. Ese último cartucho lo encendió Rodrygo, con una Real Sociedad arañando tiempo al tiempo y edificando una defensa numantina. Era imposible. Ni con seis minutos de descuento, ni con el tanto heroico de Nacho. Lo que no se hizo antes, no se pudo obtener de manera milagrosa. La Real Sociedad había sacado los colores al Real Madrid. Le sacó de la Copa del Rey.
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