Está situado justo en frente del ayuntamiento de Kiev, todavía controlado por las autodefensas de la Maidán, y desde que empezó la revuelta el pasado noviembre ha estado sonando casi ininterrumpidamente.
Mientras los hombres del Berkut, las fuerzas policiales de choque del ex presidente Viktor Yanikóvich, intentaban por todos los medios romper el cordón de barricadas de los opositores atrincherados en la plaza, ésta no sólo respondía con cócteles molotov sino también con música.
Desde entonces, el piano de la Maidán se ha convertido en un símbolo de la revolución, en un ejemplo de como hasta en las condiciones más adversas el arte no deja de existir e, incluso, se puede convertir en un arma.
“Esto demuestra que no somos unos radicales sin cerebro tal y como dicen los Rusos y los que todavía apoyan a Yanukóvich,” explica Yuri, 44, oriundo de Kiev y uno de los miles de oyentes que se han detenido un momento para escuchar música en el corazón de la revuelta.
Cada día cientos de ciudadanos se concentran alrededor del piano y, además de hacer las pertinentes fotos para recordar los momentos históricos que la ciudad está viviendo, entonan el himno nacional y canciones patrióticas o, simplemente, escuchan a compositores clásicos mientras se les humedecen los ojos y lloran o ríen de emoción.
“En un momento dado el piano llegó a estar en una plataforma en las barricadas de primera línea,” cuenta visiblemente emocionada Sonya, 34, que el pasado enero dejó su casa en Lemberg, al oeste del país, para unirse a la revuelta de la Maidán.
“Durante esos días,” refiriéndose a los peores momentos vividos el pasado enero, “este piano también fue un arma para luchar contra el Berkut. Es precioso y cada vez que lo escucho me da fuerzas para sobrellevar tantas semanas de privaciones, frío e incertidumbre”.
El piano, pintado de amarillo y azul, los colores de la bandera del país, luce además la bandera estrellada de la Unión Europea. Aunque, después de estar meses a la intemperie víctima del crudo invierno ucraniano y de la lucha callejera, ahora está empezando a perder el color y la madera de la que está hecho se está agrietando.
Pero a los transeúntes y miembros de las autodefensas no les importa la calidad del sonido ya que “este piano es un instrumento de la revolución, y sirve a los intereses del pueblo con el objetivo de llenarles el corazón de esperanza,” concluye Sonya.
“Aquí se han sentado muchos a tocar. Algunos sólo para jugar con sus teclas y otros para interpretar las más bellas composiciones,” afirma uno de los miembros de las autodefensas, quién prefiere permanecer en el anonimato, y que acaba de finalizar una de las sonatas para piano de Beethoven, tocando sin quitarse la máscara y vistiendo sus sucias ropas de combate después de un largo y frío día en las barricadas.
El repertorio es muy variado. El himno nacional, canciones patrióticas y las más bellas piezas clásicas de compositores como Mozart, Beethoven, Chopin y Brahms, entre otros.
“Para mi este piano es una parte muy importante del espíritu de la revolución. Durante meses nos ha dado fuerzas y moral para seguir adelante, para aguantar en las condiciones más duras,” continúa. “El poder de la música no tiene limites y engrandece el espíritu. La música es libertad en estado puro,” concluye.
Para este miembro de las autodefensas de la Maidán, así como para muchos de los que se han sentado a tocar o han cantado alrededor del mismo, la música se ha convertido en un arma tan importante como los cócteles molotov, los escudos de metal o las porras, bastones, palos y bates de béisbol con los que defendieron, y aún defienden, la plaza en la que Yanukóvich fue derrotado.
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